domingo, 29 de mayo de 2011

“En la Plaza Campelo nos acercamos a la naturaleza y a nosotros mismos”

“En la Plaza Campelo nos acercamos a la naturaleza y a nosotros mismos”
(Un taller en el que los árboles, los pájaros, las plantas y los silencios nos ayuden a mirar nuestro interior)


La idea de este taller surgió a raíz de un homenaje a Carlos Campelo, creador de los Talleres, en la plaza que lleva su nombre, al costado de la estación.
En esa oportunidad muchas personas que participamos del Programa llevamos plantas, regamos y tuvimos un contacto participativo con la Plaza.  A partir de esa experiencia, muy rica para mí, comencé a proyectar un Taller que pudiera combinar varias cosas:

el cuidado de la plaza (entendido de una manera amplia),
el contacto con la Naturaleza (que la estación y la plaza que la rodea nos ofrece generosamente a través de los árboles, pájaros, plantas,  flores y silencios) y
la mirada sobre nuestro interior, nuestro ser más profundo.

Mi deseo es convocar a través del Taller a vecinos que quieran colaborar con el cuidado de la plaza  incluyendo el conocimiento de los árboles y pájaros que la  habitan  y llegar a la conversación acerca de  sentimientos y temas personales. Estoy segura que este contacto con la Naturaleza en el barrio del Pirovano, nos ayudará.

Diana Solis coordinadora del taller.                                            
 Lunes 10:30hs
Sala de espera de la estación Coghlan               

miércoles, 25 de mayo de 2011

Un atardecer mágico

Con ansiedad crucé Monroe junto al grupo con rumbo a nuestro querido Hospital. Mis pasos eran firmes, pero mi corazón entró en punta de pie para no hacer ruido (recordando a Paula).
Buscamos la guardia para avisar sobre nuestra presencia, no la vimos. Mientras nos dedicábamos a armar el espacio, nuestro coordinador la encontró e iniciamos el Taller.

Elongamos  nuestro cuerpo con un fondo de Piazzola permitiéndome habitar por nuestro 2x4.
Como de costumbre, comencé a bailar sola, pero siempre atenta a lo que sucedía en el pasillo. De pronto vi venir hacía nosotros en actitud seria una figura alta y delgada con casaca pantalón y guardapolvo blanco ¡Un doctor del Hospital! Pensé zas, nos rajan.

Pero no fue así, dirigiéndose a mí,  preguntó de qué se trataba lo que estábamos haciendo, le dije que trabajábamos  nuestro cuerpo al compás del 2x4.  Sin mediar palabra me tomó en sus brazos y comenzó a marcar los pasos del tango.¡No lo podía creer! Retrocedí en el tiempo 29 de agosto de 1954, su presencia me transportó a aquel muchacho alto, delgado y buen mozo que había sido mi primer amor. Sentí que flotaba, terminó el tango y también el sueño. El doctor se alejó, mientras nos preguntaba hasta qué hora seguía el Taller. Al quedar sola miro hacia el pasillo y veo una camilla con un paciente que hacía esfuerzos para levantar su cabeza y ver cómo bailábamos, delante de la camilla varias personas nos observaban y entre ellos un joven que hacía su trabajo de limpieza siempre en el mismo lugar para poder ver lo que sucedía.

Llegando al final del taller un pequeño entra a nuestro espacio y comienza a bailar con nosotros, mientras tres camaritas filmaban la experiencia.
Hasta pronto, chan,  chan
                                        
                                             Olga Cufré
Tallerista del Taller “TANGO - Expresión Corporal en 2x4”
Viernes 19hs
Hall protección de la salud - sector C

martes, 17 de mayo de 2011

ESTO TAMBIÉN PASARÁ.....

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
  
- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total. Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
- No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.
- Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje (el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey).
- Pero no lo leas -le dijo- mantenlo escondido en el anillo.
- Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino.
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía:
- esto también pasará.
Mientras leía estas palabras sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes. Él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en la carroza y le dijo:
- Apreciado rey, le aconsejo leer nuevamente el mensaje del anillo.
- ¿Qué quieres decir? -preguntó el rey.
- Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta.
- No estoy desesperado y no me encuentro en una situación sin salida.
- Escucha – dijo el anciano – este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas.
- También es para situaciones placenteras.
- No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
- No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo bueno era tan transitorio como lo malo.
Maestro: todas las situaciones (agradables y desagradables) son transitorios; pasarán y harán lugar para algo nuevo. Encontrarás la paz si logras tomar distancia de estas situaciones y si las aceptas como parte de la dualidad de la naturaleza.
Autor Anónimo

Agradecemos a Claudia Mari compartir este texto en el taller de la web, texto con el que trabajaron también en su taller "Salud y Crecimiento" del jueves a las 10;30hs

MARIÁNGELES

El sábado 9 de abril murió Mariángeles Altube.
Todos conocemos ese tipo de sentimientos que abruman la palabra , que la dejan chiquita, como un balbuceo a la hora de expresar lo que está ahí, en el corazón.
Bueno, pido que se evoquen ese tipo de sentimientos al leer las líneas con las que pretendo homenajear a una persona muy pero muy buena, de una nobleza fuera de lo habitual, quien nos acompañó desde hace muchísimo en el Programa ocupando un lugar de referencia que nunca pretendió, pero que tenía de generosa que era nomás.
Hizo muchas cosas dentro del programa, pero una que evoco acá es la de ser parte del taller que culminó con la publicación del libro con los textos de Carlos Campelo. Y lo evoco  (cada uno de los que la conocieron tendrá su recuerdo favorito) porque en aquel entonces hubo chispas entre Mariángeles y yo por desacuerdos “del momento”. ¡Vaya si le ponía pasión a sus cosas Mariángeles!, tenía sus razones, yo las mías, y así fue ella a poner todo sobre la mesa, de frente, con una transparencia  e integridad como pocas veces he visto, transitando lo que había que transitar para hacer efectivo aquel “juntos aunque no estemos de acuerdo”. Y lo transitamos, sin duda, en buena ley...y juntos.
Evoco lo anterior no porque sea lo más importante, sino porque fue allí donde corroboré que Mariángeles era buena gente hasta el caracú. Lo había vislumbrado cuando ella transparentaba sus sentimientos en los grupos, cuando la ví transitar su enfermedad (la primera vez que surgieron los síntomas, que superó en su momento) y en las centenares sino miles de horas compartidas en innumerables talleres, llenos de anécdotas y vivencias cotidianas y vecinales tan propias de los grupos de nuestro programa.
Quería decir que estamos tristes por más que se haya ido en buena ley, con el alma en orden y la posmortalidad asegurada. Tristes, pero acompañados para siempre por su recuerdo.
Para imagen final, elijo la de ella comiendo un enorme flan en medio de nuestra reunión de Comité. Una foto  de ese momento inolvidable está en el blog junto a una editorial dedicada a su sonrisa  golosa. (http://talleresdelpirovano.blogspot.com/search?q=flan). Se reía mientras lo comía y era fotografiada. Y así debe seguir, riéndose y ayudando a Campelo a tallerear por los barrios de por allá.
¡Salud Mariángeles! Gracias por compartir tantos momentos y dejarnos esos pedacitos de alma para que te evoquemos con alegría.

                                                                                              

MIGUEL ESPECHE
Coordinador General

miércoles, 11 de mayo de 2011

MEJOR SER QUE NO SER

Mucha gente llega al nuestro programa para no ser o no sentir algo. Quieren no ser malos, no ser tontos, no ser igual a la mamá o al papá, no ser  neuróticos (sea lo que sea lo que eso signifique) y, en lo que a sentimientos respecta, quieren no sentir dolor, no sentir bronca, no sentir envidia ni ganas de comer demasiado torta de chocolate y engordar.
No quieren sentir pereza, ni remordimiento, tampoco quieren ser rencorosos ni medio locos, como creen ser. Y así la cuestión sigue, hasta el infinito.
Al arribar a los talleres, es habitual que de a poco, o de golpe, se den cuenta que acá en el programa preferimos compartir lo que ellos y ellas son y sienten, más que abundar en lo que no quieren ser o sentir. Así como lo digo en sencillo, sin embargo lo anterior hace a una cualidad esencial del programa que, entre otras maneras de nombrarlo, llamamos “perseverar en el ser”.
Por alguna razón, nuestra cultura apuesta más al cambio que a cualquier otra cosa. “Cambiar por cambiar nomás” decía Fito Páez, cuando tenía el pelo largo y los dientes torcidos. Cambiar de dentadura, de auto, de personalidad, de mujer y de tamaño de partes del cuerpo. Cambiar sin agradecer los servicios prestados por aquello que se desea erradicar del mapa, sin entender su sentido y su valor.
Por eso, para no cambiar sin sentido, para crecer ahondando lo que somos y no pretendiendo mudar de cuero y de ADN, estamos más que dispuestos a aceptar lo que existe (y actuar en consecuencia), sabiéndolo más interesante que lo que debiera existir. Vale repetir esa máxima del PSMB hasta el infinito.
Es demasiada la energía enajenada en “no ser” y “no sentir” determinada cosa. No queremos cambiar a quienes eligen esa vía para dar cauce a sus fuerzas vitales. Pero acá estamos para otra cosa. El que viene con pena, puede honrarla en vez de sólo pretender anestesia sin entender antes el mensaje de su dolor. El que odia, puede compartir ese odio y percibir el amor que oculta. El que percibe en cierto momento de su vida que es mucho más parecido a sus padres de lo que creía, y se espanta por ello, puede en nuestros grupos separar trigo de cizaña respecto a lo heredado, sin pretender una cirugía brutal que le ampute la identidad.
La estructura y los dispositivos del programa habilitan a que una gran parte de lo que las personas son y sienten tenga un lugar para la circulación. Y allí suele descubrirse que  la falta de ventilación del alma es lo que perturba e inhibe el crecer (crecer es mucho más interesante que cambiar, por cierto). Para esa ventilación, nada mejor que un grupo del Pirovano.

    
                                                                                        MIGUEL ESPECHE
                                                                                         Coordinador General
Boletín PSMB Mayo 2011