Los coordinadores de los talleres del Programa de Salud Mental Barrial saben que pueden participar como oyentes de las reuniones del Comité de Conducción (también llamado Comité de Ética, ya que el corazón del PSMB es de orden ético y no “físico”) todos los miércoles a las 12.30 horas, en el Guido Bar, frente al hospital.
A su vez, si los coordinadores de los talleres quieren saber algo de lo que pasa en el Comité sin tener que ir hasta allí para averiguarlo, pueden hacer uso de Internet, ya que se hacen circular las crónicas de dichas reuniones vía e-mail para que la mayor parte de las personas tengan acceso a lo que surge en el taller que da referencia al programa en su conjunto.
El hecho de que exista la intención de que la reunión del Comité de Conducción sea abierta a todos los animadores no es menor, ya que representa una idea de autoridad y una manera de construir la vivencia de lo público, que es para nosotros muy importante y esencial.
“Todo en el programa es público” se dice desde los inicios del programa, y la intención de que los coordinadores de los talleres puedan presenciar el Comité de Conducción tiene la intención de honrar esa premisa.
Es sabido que el Comité de Conducción está conformado por el Coordinador General y quienes coordinan los talleres de coordinadores. También forman parte de ese comité los coordinadores de las Orientaciones y los de los talleres –comisión (boletín, prensa, Familia y Justicia, etc.) . Lo que quizás no es tan conocido es que también forman parte del comité los que a veces llamamos “invitados con voz”, es decir, coordinadores que son invitados durante seis semanas a participar en forma plena hablando, participando, diciendo lo suyo como un miembro más del comité.
¿Cómo se invita a esos compañeros?, hasta el momento hubo varios tipos de invitados. Gente interesante y piola, gente que discutía mucho los ordenamientos del programa sin conocer al Comité (quienes a veces igual eran interesantes y piolas), gente que nos caía simpática, gente que nos parecía antipática pero que queríamos conocer por su carisma y también gente que pedía ser invitada porque sí, porque tenía ganas de venir al comité y con esas ganas contagiaba al coordinador de coordinadores quien entonces le decía el consabido “dale, vení”.
A veces hablan mucho (las menos), otras la juegan de callados, a veces dicen cosas piolas, otras burradas…., bueno…nada muy diferente a los miembros “dinosaurios” del comité. Su presencia, sin embargo, y mucho más allá del estilo personal de participación que tengan, nos hace sentir, a los miembros más veteranos del comité, la existencia del “otro”, en el sentido de que hay siempre una ventana abierta a través de la cual nos miran, y a través de la cual entra aire nuevo, aire despojado de rutinas y vejez en la mirada. Para eso, el Comité se muestra y se nutre, para no dormirse o enamorarse de su propia imagen en el espejo, recordando que es parte de un todo mayor que sí mismo.
A la vez, nos interesa que quienes participan del Comité (invitados, sea con voz o sin ella, o los que leen las crónicas) sean muchos y transmitan una vivencia del Comité que tenga un palpitar humano, algo que despoje al mismo del aura extraña y lejana que suele aparecer en derredor de los lugares desde los cuales se referencia la autoridad.
Este procedimiento existe desde hace muchos años y es uno entre muchos usos y costumbres cotidianos del programa. Sin embargo, como digo al inicio, sirve para entender de qué se trata esta comunidad de deseos y de sueños que es el PSMB.
La idea es la circulación de la energía, la vitalidad, la salud. La apertura a lo público es parte de esa circulación, evita quistes en el alma y genera confianza, despejando los temores que lo oculto suele generar.
Todo lo del programa es público. Todos pueden estar (pero no de cualquier manera, claro está) y conectarse con la vitalidad de la buena vecindad. Las visitas en el Comité son tan sólo una muestra de esa manera de ver y hacer las cosas dentro de nuestro programa, para no quedarnos dormidos frente al espejo, mirándonos, aburridos, a nosotros mismos.
MIGUEL ESPECHE
Editorial publicado en Boletín del PSMB Nro 119, febrero 2009
jueves, 26 de febrero de 2009
viernes, 6 de febrero de 2009
El cuento de Luis
U N CU E N T O
Atribuyo mi gusto por los cuentos a los relatos que de chico me dedicaba mi abuelo, de su boca salían historias atrayentes que le habían sucedido de joven en España. Celebro que entonces no hubiera televisión, ¡lo que me hubiese perdido! Pasados los cuarenta un día empecé a escribir cuentos, más adelante me animé a leerlos en público, y también a contarlos.
¿Le cuento uno?
Había una vez . . . una vieja casa, construida por mi abuelo, cerca de lo que mucho tiempo después se denominó Fuerte Apache. Allí debía quedarme solo, de noche, para cuidarla, hacer de sereno digamos. Cierta vez me decidí a escribir las sensaciones de miedo que sentía. Diré casi terror cuando escuché pasos que parecían venir de la galería o del patio. Por supuesto yo estaba en el interior con las persianas cerradas, y al oír los ruidos apagué todas las luces de adentro y encendí las del exterior; luego espié por las mirillas. No vi a nadie. Habrán sido pasos en la calle que resonaron en la galería, me dije para calmarme. Pero . . . luego de unos minutos oí pasos en la terraza, serán gatos pensé para tranquilizarme. En fin poco pude escribir y para poder dormir me tomé una ginebra.
Por la mañana mientras tomaba unos mates recorrí la casa para observar si había algo distinto de lo habitual, no noté nada diferente, hasta que de pronto un detalle llamo mi atención; junto a la rejilla había un pucho de cigarrillo, yo no fumo ni nadie de la casa, ¿ cómo es esto ? me pregunté.
En eso sonó el timbre, fui hasta la puerta de calle, era el vecino que venía a pedirme prestada una pala, me pareció que tenía ganas de conversar. Yo no, estaba muy preocupado. Luego reflexioné y llegué a tramar una inocente mentira, cuando volviera con la pala para ahuyentar mi temor compartiría con él unas palabras.
Cuando regresó a devolverme la pala le conté: sabe Don Antonio anoche, oí ruidos y esta mañana encontré rota la puerta del galpón - estoy asustado.
Me contesto: peor estoy yo, Don Luis, ¿ Sabe porque le pedí la pala?
Para arreglar el jardín - dije por decir algo.
¡ No ! ¡ No ! para enterrar al perro ¡ anoche me lo degollaron !
¿ Qué le pareció ? ¿ Quiere opinar ? ¿ Qué SINTIÓ ?
Eso me importa. Ahora que coordino el taller “Mi vida es un cuento, contame el tuyo” lo invito a compartir juntos qué sentimos, nada culturoso, ni técnico, no importa si no escribe, algo tiene para contarnos. Dele, anímese y venga a pasar un momento en compañía.-
L U I S J O R G E G A R C Í A, animador
Taller “Mi vida es un cuento, contame el tuyo”
Jueves 20hs en Galeno Restó Bar
Atribuyo mi gusto por los cuentos a los relatos que de chico me dedicaba mi abuelo, de su boca salían historias atrayentes que le habían sucedido de joven en España. Celebro que entonces no hubiera televisión, ¡lo que me hubiese perdido! Pasados los cuarenta un día empecé a escribir cuentos, más adelante me animé a leerlos en público, y también a contarlos.
¿Le cuento uno?
Había una vez . . . una vieja casa, construida por mi abuelo, cerca de lo que mucho tiempo después se denominó Fuerte Apache. Allí debía quedarme solo, de noche, para cuidarla, hacer de sereno digamos. Cierta vez me decidí a escribir las sensaciones de miedo que sentía. Diré casi terror cuando escuché pasos que parecían venir de la galería o del patio. Por supuesto yo estaba en el interior con las persianas cerradas, y al oír los ruidos apagué todas las luces de adentro y encendí las del exterior; luego espié por las mirillas. No vi a nadie. Habrán sido pasos en la calle que resonaron en la galería, me dije para calmarme. Pero . . . luego de unos minutos oí pasos en la terraza, serán gatos pensé para tranquilizarme. En fin poco pude escribir y para poder dormir me tomé una ginebra.
Por la mañana mientras tomaba unos mates recorrí la casa para observar si había algo distinto de lo habitual, no noté nada diferente, hasta que de pronto un detalle llamo mi atención; junto a la rejilla había un pucho de cigarrillo, yo no fumo ni nadie de la casa, ¿ cómo es esto ? me pregunté.
En eso sonó el timbre, fui hasta la puerta de calle, era el vecino que venía a pedirme prestada una pala, me pareció que tenía ganas de conversar. Yo no, estaba muy preocupado. Luego reflexioné y llegué a tramar una inocente mentira, cuando volviera con la pala para ahuyentar mi temor compartiría con él unas palabras.
Cuando regresó a devolverme la pala le conté: sabe Don Antonio anoche, oí ruidos y esta mañana encontré rota la puerta del galpón - estoy asustado.
Me contesto: peor estoy yo, Don Luis, ¿ Sabe porque le pedí la pala?
Para arreglar el jardín - dije por decir algo.
¡ No ! ¡ No ! para enterrar al perro ¡ anoche me lo degollaron !
¿ Qué le pareció ? ¿ Quiere opinar ? ¿ Qué SINTIÓ ?
Eso me importa. Ahora que coordino el taller “Mi vida es un cuento, contame el tuyo” lo invito a compartir juntos qué sentimos, nada culturoso, ni técnico, no importa si no escribe, algo tiene para contarnos. Dele, anímese y venga a pasar un momento en compañía.-
L U I S J O R G E G A R C Í A, animador
Taller “Mi vida es un cuento, contame el tuyo”
Jueves 20hs en Galeno Restó Bar
Tengo el corazón contento..........
Crónica de la fiesta del taller "El placer de cantar" en la plaza Carlos Campelo
¡Hola, queridos compañeros!: ¿Cómo están? Yo, pleno y feliz. Ayer, sábado 6 de diciembre, hicimos el cierre anual del taller en la Plaza Campelo y es-tuvo maravilloso.
Encontramos un lindo lugar, bajo los árboles y a eso de las 19.30, nos juntamos todos, para cantar, comer, tomar y pasarla bien y fue hermoso, porque terminó siendo un real taller de salud mental barrial.
Ni bien llegamos, pelamos la viola y empezamos a cantar canciones viejas, nuevas, de todo un poco y a medida que pasaban los temas, la gente que paseaba por la plaza se empezaba a acercar y a querer participar con nosotros.
Primero fue un muchacho joven, tipo rockero, que nos preguntó de donde éramos y nos dijo que le gustaba mucho lo que hacíamos y si podía tocar el también la guitarra.
Así, que me acompañó en un rock, haciendo los punteos y luego nos pidió algo de folklore y entonces cantamos la zamba, "Zamba y acuarela", que está buenísima. El quedó chocho y le dieron ganas de venir al taller.
Después, un señor mayor pidió si podía cantar una milonga y le arremetió con guitarra y todo a una milonguita hecha y derecha.
Luego llegaron los integrantes del "Dúo Alondra", Nora y Enrique, que ya tienen otro nivel y nos presentaron temas de su último CD.
No parábamos de disfrutar y asombrarnos cuando pasó un cartonero con carro y todo y nos regaló, siendo del sur, una canción que habla de los pueblos indígenas olvidados y nos dijo que estuvo en contacto con ellos y que eso lo llenó de experiencias espirituales, que lo hicieron un "guerrero" y ahora tiene mucha fuerza y nunca se cansa.
También hubo tiempo para los niños, porque el sobrinito de Nora, de nueve años, se cantó "Garufa" con una gracia y una prestancia increíbles.
Hablando de garufa, la pasamos bomba y nos cagamos de risa cuando Armando, un tallerista, cantó, "La corbata rojo punzó", de Hugo Varela.
La gente que estaba sentada en los alrededores, nos aplaudió bastante y nos agradeció mucho el momento vivido.
Y a eso de las 0.30 horas emprendimos la vuelta, para que "no se nos haga de noche".
Tengo el corazón contento, el corazón contento lleno de alegría...
Claudio Sehmsdorf, animador del Programa.
Taller "El placer de cantar"
Viernes 21hs en Guido bar
¡Hola, queridos compañeros!: ¿Cómo están? Yo, pleno y feliz. Ayer, sábado 6 de diciembre, hicimos el cierre anual del taller en la Plaza Campelo y es-tuvo maravilloso.
Encontramos un lindo lugar, bajo los árboles y a eso de las 19.30, nos juntamos todos, para cantar, comer, tomar y pasarla bien y fue hermoso, porque terminó siendo un real taller de salud mental barrial.
Ni bien llegamos, pelamos la viola y empezamos a cantar canciones viejas, nuevas, de todo un poco y a medida que pasaban los temas, la gente que paseaba por la plaza se empezaba a acercar y a querer participar con nosotros.
Primero fue un muchacho joven, tipo rockero, que nos preguntó de donde éramos y nos dijo que le gustaba mucho lo que hacíamos y si podía tocar el también la guitarra.
Así, que me acompañó en un rock, haciendo los punteos y luego nos pidió algo de folklore y entonces cantamos la zamba, "Zamba y acuarela", que está buenísima. El quedó chocho y le dieron ganas de venir al taller.
Después, un señor mayor pidió si podía cantar una milonga y le arremetió con guitarra y todo a una milonguita hecha y derecha.
Luego llegaron los integrantes del "Dúo Alondra", Nora y Enrique, que ya tienen otro nivel y nos presentaron temas de su último CD.
No parábamos de disfrutar y asombrarnos cuando pasó un cartonero con carro y todo y nos regaló, siendo del sur, una canción que habla de los pueblos indígenas olvidados y nos dijo que estuvo en contacto con ellos y que eso lo llenó de experiencias espirituales, que lo hicieron un "guerrero" y ahora tiene mucha fuerza y nunca se cansa.
También hubo tiempo para los niños, porque el sobrinito de Nora, de nueve años, se cantó "Garufa" con una gracia y una prestancia increíbles.
Hablando de garufa, la pasamos bomba y nos cagamos de risa cuando Armando, un tallerista, cantó, "La corbata rojo punzó", de Hugo Varela.
La gente que estaba sentada en los alrededores, nos aplaudió bastante y nos agradeció mucho el momento vivido.
Y a eso de las 0.30 horas emprendimos la vuelta, para que "no se nos haga de noche".
Tengo el corazón contento, el corazón contento lleno de alegría...
Claudio Sehmsdorf, animador del Programa.
Taller "El placer de cantar"
Viernes 21hs en Guido bar
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