lunes, 20 de abril de 2015

SOMOS REFLEJO DE NUESTRA COMUNIDAD

Editorial
SOMOS REFLEJO DE NUESTRA COMUNIDAD

Alguna vez nos han dicho que el Programa de Salud Mental Barrial es único, que es un espacio de excepción dentro de un contexto social, dicen,  árido y poco gentil.
En realidad, prefiero pensar que nuestra red de talleres pirovanenses no es un espacio de excepción sino que es un espejo que nos permite ver y ejercer un montón de virtudes que son, también, patrimonio de nuestra comunidad.

Creernos diferentes o mejores que la comunidad en la cual vivimos no nos hace bien. Es lindo estar orgullosos de lo que somos y lo que hacemos, pero agradecidos por el hecho de que participamos de una sociedad en la cual, si lo sabemos ver, habitan esos mismos valores que nos permiten ser los que somos y hacer bien lo que hacemos.

Vale una linda experiencia que me tocó vivir hace unas semanas para graficar lo antedicho, dado que, en ella, se produjo una situación intensa y significativa,  que no se dio en un contexto “pirovanense” pero, al menos para mí, demostró que eso de juntarse a compartir, sea en el paisaje que sea, hace bien.

Estaba en un geriátrico de PAMI por un tema familiar, junto a mi hija Lucía. Debíamos esperar un buen rato por un trámite burocrático, así que, en el hall central del lugar, lleno de ancianos sentados en diferentes mesas,  nos sentamos en una en la que estaban varios hombres reunidos. Éstos eran algo más jóvenes que los demás habitantes del lugar, pero tenían algún tipo de discapacidad motriz por la cual debieron jubilarse y, vaya a saber por qué historias, fueron a vivir a ese hogar dentro del cual, en general, había gente mucho mayor que ellos.

Sentados alrededor de esa mesa, inmediatamente surgió la conversación. Ellos con buena onda, mi hija que ama conversar y yo con el perfil de tallerista en la sangre… el asunto es que en pocos minutos nos estábamos contando la historia de nuestras vidas.
Supervisor en empresas, maestro mayor de obras, bancario y….músico, todos los señores allí presentes tenían vidas intensas en su haber, relatos fuertes de hombres que honraban, al evocar su digno pasado,  aquello de que “la enfermedad no impide la salud”.

Uno de ellos, el músico, al que llamaré Eduardo, tenía unos cincuenta años y hablaba y movía con dificultad por un ACV.

Contó que conocía a rockeros  varios, que  él a su vez era conocido en el ambiente. Con dificultad contaba anécdotas, nombraba luminarias del rock y de la música en general, y una y otra vez se refería  a dos de sus ídolos: Paco de Lucía y  Al Di Meola dos sublimes guitarristas, ninguno de ellos estrictamente rockero, pero sí  dueños de dedos maravillosos que hacían magia con la guitarra.   Al hablarnos de ellos, a Eduardo se le iluminaba el rostro, mientras nos contaba que conocía personalmente a Di Meola y que, de hecho, en el día previo al recital de él en España, había sufrido su ACV.

Todos lo escuchábamos atentos y conmovidos. Inclusive los que ni idea tenían de los músicos nombrados. En derredor de la mesa nos sumergimos en la pasión de Eduardo, evocando las propias, lo que nos permitía saber de qué estaba hablando, más allá de la música.

Eduardo de repente detuvo su relato para suspirar y decir: “Lo que más lamento es que al venir acá al hogar, desapareció el DVD  que Al Di Meola me regaló con el recital que él y Paco  dieron juntos…una maravilla, era un tesoro que se me perdió…”. Ante sus palabras, repentinamente esa mesa extraña cobró forma de tristeza, con un silencio respetuoso dado que, sin dudas, todos los presentes sabíamos, por aquello de que “nada de lo humano me es ajeno”, qué significa perder tesoros que no volveremos a tener jamás.

Con la tristeza circulando en el grupo, Lucía y yo nos miramos…y nos entendimos. Ella sacó su teléfono y empezó a tocar el teclado con la rapidez que solamente los jóvenes pueden tener. Mientras tanto, la conversación seguía, con escenas entrecortadas de otros tiempos, con un clima de honda emocionalidad.

La tecnología funcionó bien. El video estaba en Youtube y así, de repente, Lucía puso en medio de la mesa su celular en el cual tocaban, con todo entusiasmo, Paco de Lucía y Al Di Meola en la pequeña pero nítida pantalla.

Eduardo, sorprendido y extasiado, se empezó a reír, mientras que nosotros, sus compañeros de mesa, lagrimeábamos…era un reencuentro sagrado, del que fuimos testigos en ese instante irrepetible…
Fue un rato. Un atisbo de fraternidad casi sacramental. Todos entendimos, aunque parecíamos de tan diferentes tribus. Es que la oscuridad ya no es tan oscura cuando sabemos que, aunque tan sólo  lo atisbemos, existe la luz  que se enciende en el compartir.

No sé si lo que vivimos sentados en derredor de esa mesa es fielmente transmitido a través de estas palabras. Pero ocurrió y va a seguir ocurriendo, porque la gente es gente, y a veces se acuerda de esa maravillosa condición, sobre todo, cuando se sienta a compartir a corazón abierto.
En los talleres, estas cosas pasan todo el tiempo. Esos momentos sacramentales se dan, sobre todo, cuando menos los esperamos. Pero se trata de un patrimonio humano, no monopolio de un grupo iluminado.

Son escenas que, para verlas,  es bueno entrenar la mirada ya que, convengamos, a veces llamamos “realidad” solamente a una versión desangelada de nuestra vida, aquella que describe solamente nuestras impotencias y mezquindades, como si fueran éstas todo lo que somos.

Eduardo sabe que su música no se perdió, aunque cambió su forma. Los presentes en ese momento tuvimos una escena para recordar, una situación inesperada vivida entre desconocidos,  que le dio color al día y movió energías frescas. Seguramente Eduardo tendrá de nuevo un DVD con el recital de sus músicos preferidos juntos. Pero, a la vez,  lo lindo es ver que a veces compartir genera recursos, inclusive cuando no pretendemos que eso ocurra.

Pasa en el mundo, y pasa en el Pirovano. Esa es la idea de compartir esta anécdota. Sea donde sea que ocurra, personas reunidas para compartir algo de sí mismas, que generan un chispazo de maravilla que nos hace recuperar las ganas…

MIGUEL ESPECHE
Coordinador General