sábado, 29 de agosto de 2009
”Entre luminarias, música y nuestro deseo compartido vamos encontrando el rumbo”
Es sábado a la mañana, un típico sábado de agosto, fresco, de a ratos nublado y de a ratos un sol esquivo que pareciera quedarse y luego se va. Es el barrio de Villa Urquiza un lindo lugar de la ciudad de Buenos Aires, que comienza a despertarse lentamente al ritmo de un barrio, a ritmo de sábado, los kioscos de diarios con su movimiento, las panaderías listas y una multitud de negocios armando sus lugares en la vereda y así vamos llegando al club “Sin Rumbo” (un club de tango) los vecinos que participamos del taller “Piedra libre los que queremos bailar”.
Falta todavía para que empiece el taller, entramos y el lugar parece estar mas frío que en la calle, uno a uno vamos subiendo al primer piso entre chistes cargadas y risas esas cosas que los vecinos solemos hacer cuando nos divertimos, el lugar es la antesala del teatro, por cierto un lugar muy lindo, lleno de fotos y pósters de la compañía de teatro “Luminarias 77” un grupo de fotos de actores, actores-vecinos que nos miran desde esos planos lugares y parecen disfrutan de lo que hacemos en silenciosa complicidad.
Ahí estamos todos Héctor, Mabel, Irene, Olga, Maty, Jorge, Kuky (María de Carmen) y yo, todos con esa dinámica de barrio que nos va envolviendo, alguien trajo un mate, alguien que prende la estufa, mientras vamos armando el equipo de música, otro que acomoda una alguna silla y así surgen los comentarios de las vivencias de la semana, de alguno que no puede venir, de otro que esta enfermo, de la gripe y el alcohol y todas esas cosas.
Sin darnos cuenta el taller ya comenzó, y sin darnos cuenta ya encendimos nuestro pequeño fueguito el de nuestro taller, que vamos alimentando con lo que trae cada uno, hacemos una ronda y lentamente nos vamos callando para escuchar la música. La idea es seguir la música y tomar el movimiento del otro “o” dejar que el otro tome nuestro movimiento.
El tema musical es el que me surge poner en ese momento, buscando sintonía con la vivencia del grupo y es así como lentamente todos empezamos a jugar este juego grupal: “Seguir la música, tomar del otro………, seguir la música, tomar del otro………” y así nos vamos soltando, sin inhibiciones, sin prejuicios, tratando de sentir la música al tiempo que el movimiento surge sin un paso determinado, el que nuestro cuerpo elija.
A veces acompañando a otro, a veces solos nos metemos en algún camino interno, en alguna vivencia, a veces nos perdemos para volvernos a encontrar y así mientras damos vueltas, danzamos ritmos y melodías en un hermoso dialogo corporal grupal.
Es en este contexto que los que participamos del taller vamos transitando diferentes sensaciones, estados de ánimo, podemos jugar como el niño que fuimos, sentir que estamos volando, o sentir enojo, alegría, desconcierto. Lo hacemos en un lugar de cuidado, en este espacio que es el taller, donde lentamente vamos reencontrándonos con nuestra capacidad de movernos al son de un ritmo o de una melodía y la pasamos muy bien.
Daniel Frías
Coordinador del taller
“Piedra libre los que queremos bailar”
Un taller de expresión corporal
sábados 10hs – club Sin Rumbo
miércoles, 12 de agosto de 2009
Mauricio Aisemberg
Mauricio Aisemberg:
Pediatra, "embajador" del Programa de Salud Mental Barrial, compañero querido. Estas palabras son para decirte que vas a seguir estando muy presente en nuestro taller.
La última reunión te recordamos con gran cariño y alegría, más allá de la pena que nos dió tu partida. Yo voy a extrañar especialmente tu jovialidad y nuestro intercambio de poesías.
Nancy López
Taller de animadores Viernes 17hs
Miguel Espeche - Ricardo Neves
Se fue el embajador
Lo queremos mucho a Mauricio. Y más nos damos cuenta que lo queremos ahora que se fue.
El era nuestro Embajador. Lo era porque nos representaba lealmente en todos lados, porque era alguien que conocía y era conocido en los ambientes hospitalarios en los cuales promovía nuestro programa con un amor tan grande como sobrio y callado.
Hacía muchos pero muchos años que andaba por el Programa. Ya había amagado irse años atrás, cuando le agarró no recuerdo qué pataleta que lo tuvo internado un tiempo, pero no...volvió no sólo sanito sino que con una lucidez lacónica e implacable que nos sorprendía cada tarde los días viernes, en el grupo de animadores de las 17 horas.
Era medio cimarrón, y era vecino entero...le gustaba hacer lo que quería, y en ese querer estábamos presentes siempre nosotros, sus compañeros.
Me daba textos para ser leídos acerca de algunos temas de los que habíamos hablado en el grupo, a veces chapeaba un poco (muy poco) con eso de que era médico, pero poco importaba, porque al final de cada reunión, su saludo era tan sobrio como cariñoso, propio del caballero que era.
Todavía no pasé a esa etapa de saberlo presente entre nosotros aunque se haya ido. Todavía estoy incrédulo ante su partida.....y triste.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General PSMB
martes, 4 de agosto de 2009
EL CUIDADO DEL PROGRAMA
Hace unos días ocurrió de nuevo. En un taller del programa varios vecinos indignados clamaron por el envío de un coordinador al barrio de Palermo (lugar en donde estaba el taller), dado que el coordinador anterior había dejado la animación del mismo.
Los vecinos del caso estaban bastante enojados. Decían que era injusto que se cerrara ese taller, que implicaba una discriminación que iba en detrimento de quienes vivían lejos del Hospital Pirovano, y, algunos de ellos hasta decían, con razón, que nada impedía que se juntaran los participantes de dicho grupo para continuar con sus reuniones, pero, claro está, sin llevar el apellido “Pirovano” como atributo de identidad.
En algunos textos de protesta que se hicieron circular acerca de esta situación (clara lámina de un equívoco bastante habitual), también se clamaba por un derecho que, suponían, merecían quienes creían haber sido maltratados por nuestro programa: el derecho a que se les designara un coordinador en el taller hoy cerrado, un animador que se dirigiera a Palermo (aunque podría haber sido en cualquier lado, inclusive en el hospital mismo) para reemplazar al ausente coordinador.
Al leer esos correos que circulaban a diestra y siniestra, no podía más que pensar acerca de las diferencias entre ser coordinador de un programa de voluntarios y un General del Ejército.
Imaginaba un General ordenando a un teniente, por ejemplo, a que se desplace hacia el objetivo sito en Palermo a los fines de dar por solucionada la situación generada ante la partida del coordinador anterior. “Obediencia Debida” mediante, el teniente debería dirigirse al lugar y tomar posesión del objetivo. Claro…yo soy tan solo coordinador, es decir: coordino voluntades, no puedo prescindir (y que se me perdone la obviedad) de las voluntades de los voluntarios (debo, eso sí, coordinar con autoridad esas voluntades), y es así que, en esas ocasiones, si no hay quien desee coordinar algún taller, este se cierra.
En general intentamos que haya quien reemplace a algún coordinador que se va, pero no siempre eso se da. Y, siendo gente grande y potente como consideramos que son los vecinos que forman parte del programa, será parte de la capacidad inherente a todos el aceptar las cuestiones que nos frustran sabiendo que no podemos ordenarle a la realidad que sea como nuestra mente quiere, imperativamente, que sea. Bueno…en verdad podemos ordenarle eso, pero de allí a que nos haga caso hay un buen trecho… A su vez, y como ejemplo de otra situación que también es habitual que llame a equívocos, algunas veces un taller se cierra porque su coordinador no cumple con requisitos que hacen que el programa sea eso: un programa, y no un mero rejunte de gente que se reúne sin un marco que les de orden y sentido comunitario.
En esos casos, recordamos a los vecinos que la manera de cuidar que tiene el programa es a través de las reuniones de animadores, en las que se transparentan las actitudes de los voluntarios quienes tienen a su cargo los diferentes talleres de base, lo que permite no sólo ayudar a apuntalar su labor, sino a saber de sus intenciones y su real deseo de pertenecer a una red de ayuda mutua. Recordamos también, en ese sentido, que muchas veces se pretende mal usar al programa con fines egoístas, de mero regodeo narcisista,
usando la capacidad de convocatoria del programa y la confiabilidad que éste tiene tras tantos años de labor, para vivir un momento de gloria muchas veces demagógica, que impide que la tarea se desarrolle en salud y de manera perdurable. Muchas veces hay coordinadores que son como esos “tíos piolas”, solterones y adolescentes eternos que llegan a la casa de sus sobrinos, los “manijean”, les ofrecen alternativas poco sustentables de felicidad, les dan de comer tan solo postres ricos en azúcar pero sin alimento real y, luego, cuando está hecho el daño, se van, dejando a los padres la tarea de reordenar las cosas y sostener al hijo que se ha quedado en banda.
Estas cosas pasan, y forman parte del crecimiento personal y comunitario que promueve el Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano. Siempre han ocurrido cosas del estilo y son oportunidad para aprender todos de ellas llevando las escenas para nuestra vida personal y familiar.
No siempre es agradable, pero estar allí para promover un orden sustentable de amor comunitario es lo que deseamos, y, en definitiva, es lo que venimos haciendo desde hace muchos años con entusiasmo.
Que se enojen algunos vecinos no nos produce placer precisamente, pero creemos que muchos de ellos, viendo de qué se trata este programa y reconociendo el respeto que significa saberlos potentes y no “necesitados” o incapaces, sabrán valorar esta actitud que es la que marca la originalidad y la perduración en el tiempo de nuestra red de talleres de ayuda mutua.
MIGUEL ESPECHE
Publicado en el Boletin del PSMB. Agosto/09
Los vecinos del caso estaban bastante enojados. Decían que era injusto que se cerrara ese taller, que implicaba una discriminación que iba en detrimento de quienes vivían lejos del Hospital Pirovano, y, algunos de ellos hasta decían, con razón, que nada impedía que se juntaran los participantes de dicho grupo para continuar con sus reuniones, pero, claro está, sin llevar el apellido “Pirovano” como atributo de identidad.
En algunos textos de protesta que se hicieron circular acerca de esta situación (clara lámina de un equívoco bastante habitual), también se clamaba por un derecho que, suponían, merecían quienes creían haber sido maltratados por nuestro programa: el derecho a que se les designara un coordinador en el taller hoy cerrado, un animador que se dirigiera a Palermo (aunque podría haber sido en cualquier lado, inclusive en el hospital mismo) para reemplazar al ausente coordinador.
Al leer esos correos que circulaban a diestra y siniestra, no podía más que pensar acerca de las diferencias entre ser coordinador de un programa de voluntarios y un General del Ejército.
Imaginaba un General ordenando a un teniente, por ejemplo, a que se desplace hacia el objetivo sito en Palermo a los fines de dar por solucionada la situación generada ante la partida del coordinador anterior. “Obediencia Debida” mediante, el teniente debería dirigirse al lugar y tomar posesión del objetivo. Claro…yo soy tan solo coordinador, es decir: coordino voluntades, no puedo prescindir (y que se me perdone la obviedad) de las voluntades de los voluntarios (debo, eso sí, coordinar con autoridad esas voluntades), y es así que, en esas ocasiones, si no hay quien desee coordinar algún taller, este se cierra.
En general intentamos que haya quien reemplace a algún coordinador que se va, pero no siempre eso se da. Y, siendo gente grande y potente como consideramos que son los vecinos que forman parte del programa, será parte de la capacidad inherente a todos el aceptar las cuestiones que nos frustran sabiendo que no podemos ordenarle a la realidad que sea como nuestra mente quiere, imperativamente, que sea. Bueno…en verdad podemos ordenarle eso, pero de allí a que nos haga caso hay un buen trecho… A su vez, y como ejemplo de otra situación que también es habitual que llame a equívocos, algunas veces un taller se cierra porque su coordinador no cumple con requisitos que hacen que el programa sea eso: un programa, y no un mero rejunte de gente que se reúne sin un marco que les de orden y sentido comunitario.
En esos casos, recordamos a los vecinos que la manera de cuidar que tiene el programa es a través de las reuniones de animadores, en las que se transparentan las actitudes de los voluntarios quienes tienen a su cargo los diferentes talleres de base, lo que permite no sólo ayudar a apuntalar su labor, sino a saber de sus intenciones y su real deseo de pertenecer a una red de ayuda mutua. Recordamos también, en ese sentido, que muchas veces se pretende mal usar al programa con fines egoístas, de mero regodeo narcisista,
usando la capacidad de convocatoria del programa y la confiabilidad que éste tiene tras tantos años de labor, para vivir un momento de gloria muchas veces demagógica, que impide que la tarea se desarrolle en salud y de manera perdurable. Muchas veces hay coordinadores que son como esos “tíos piolas”, solterones y adolescentes eternos que llegan a la casa de sus sobrinos, los “manijean”, les ofrecen alternativas poco sustentables de felicidad, les dan de comer tan solo postres ricos en azúcar pero sin alimento real y, luego, cuando está hecho el daño, se van, dejando a los padres la tarea de reordenar las cosas y sostener al hijo que se ha quedado en banda.
Estas cosas pasan, y forman parte del crecimiento personal y comunitario que promueve el Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano. Siempre han ocurrido cosas del estilo y son oportunidad para aprender todos de ellas llevando las escenas para nuestra vida personal y familiar.
No siempre es agradable, pero estar allí para promover un orden sustentable de amor comunitario es lo que deseamos, y, en definitiva, es lo que venimos haciendo desde hace muchos años con entusiasmo.
Que se enojen algunos vecinos no nos produce placer precisamente, pero creemos que muchos de ellos, viendo de qué se trata este programa y reconociendo el respeto que significa saberlos potentes y no “necesitados” o incapaces, sabrán valorar esta actitud que es la que marca la originalidad y la perduración en el tiempo de nuestra red de talleres de ayuda mutua.
MIGUEL ESPECHE
Publicado en el Boletin del PSMB. Agosto/09
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