lunes, 23 de diciembre de 2013

LA SALUD NO EXCLUYE TEMAS

EDITORIAL

LA SALUD NO EXCLUYE TEMAS
  
Creo que malentendemos las cosas cuando decimos que acá, en los grupos, no hablamos de enfermedad o de cuestiones como la muerte o la desgracia, ya que nos dedicamos a la salud y sólo a la salud.

Cuando hacemos eso, lo que logramos es banalizar esa salud que tanto valoramos,  circunscribiéndola a la esfera del mero bienestar placentero, cuando, en  realidad, la Salud, así con mayúsculas, es mucho más que eso.

No creo que sea bueno excluir temas como los señalados. En todo caso lo que deseamos es cuidar que en nuestro programa sea la Salud el eje de la cuestión, entendiendo que lo saludable no es la ausencia de enfermedades o sinsabores, sino que es la actitud que adoptamos ante esas circunstancias, sin que quede inhibida la posibilidad de hablar de todo, sin excluir nada.

En todo caso, ordenamos esos temas según nuestra ética vecinal que indica que nos definimos por nuestra potencia y no por nuestra carencia, y por nuestra libertad frente a los acontecimientos de la vida, sin vernos como meros objetos de dichas circunstancias. “Eso”  humano que agregamos a lo que nos pasa, es lo que nos hace personas, y eso es, justamente, el campo al que llamamos Salud.

Desde luego, la irrupción de una enfermedad en nuestra vida, de una situación dramática o la muerte de alguien querido, es algo que puede ser arrasador. Frente a eso, hay un  tiempo para “barajar” el impacto, doblarse en dos del dolor, llorar, sufrir, lamentarse, desesperarse….todo eso es lo que nos pasa ante esas cuestiones que muestran nuestra finitud y fragilidad.

Dentro de ese tiempo posterior al impacto del dolor, la enfermedad, la crisis o el problema, una de las alternativas que ofrecemos es la de venir a los talleres para acompañarnos de los vecinos que participan en los grupos. Ya el hecho de venir es un indicador de que aquel golpe no ha logrado destruir a quien, frente a lo que le tocó en suerte, toma la actitud de ir al encuentro con otros para seguir andando por la vida, sumando recursos a los que ya tiene.

Sin embargo, vale señalar que hay formas más potentes y productivas que otras para compartir  en los talleres lo que hacemos con nuestras circunstancias de vida. Por ejemplo, todos sabemos lo que genera en un grupo el que alguien “tome el micrófono” y nos cuente minuciosamente su dolencia, su catástrofe, su penar, y delegue a esas circunstancias el eje tanto del relato como de su vida. En esos casos, los grupos se vacían emocionalmente,  tanto como se vacía el portavoz de dicha desgracia, no por la desgracia en sí, sino por cómo la ubica en su discurso, el que deja afuera a todos los compañeros, que se transforman en mera audiencia pasiva ante el decir de esa persona.

En sencillo: si alguien solamente comparte un diagnóstico médico o psicológico, o, por ejemplo, cuenta una y mil veces un hecho feo que le haya ocurrido, sin que le importe sus compañeros ni lo que frente a esa cuestión puede hacer desde su potencia, se verá que el grupo al principio es solidario, pero luego se agobia y harta. Esto no ocurre, insisto, por el hecho de hablar de la enfermedad o lo que sea que aqueje a la persona en cuestión, sino que el agobio surge como eco de un discurso despersonalizado y autista, es decir: un discurso en el que la persona que nos cuenta su situación es menos importante que la situación en sí. 

Si alguien nos cuenta qué siente con su enfermedad y qué hace con ella, nos conmoverá, enojará, alegrará o angustiará su relato, pero estaremos allí, acompañando no a su enfermedad, sino a él o ella en su periplo de vida. Si en cambio, alguien nos cuenta su enfermedad, dándole prioridad a su dolencia por sobre su persona, quedándose solamente en diagnósticos, relatos médicos, escondiendo su albedrío tras esas circunstancias y con una actitud general que indique que es la enfermedad la protagonista y no él o ella, como decía antes, seguramente el grupo, tras un primer momento de solidaridad, se vaciará anímicamente. La experiencia indica que los grupos prosperan a fuerza de personas que comparten lo que hacen, y no personas que describen cómo fuerzas ajenas a ellas digitan su destino definitivo, sin que nada pueda agregarse a ese aparente destino definitivo.

Hablemos en los talleres y sin censuras previas de lo que nos atraviesa, y sobre todo, hablemos de cómo vivimos con eso que nos atraviesa. Si alguien se enferma, pues que nos cuente de la cuestión, sin miedos ni falsas nociones de salud. Porque sabemos que la enfermedad no impide la salud, pero también que la salud no impide la enfermedad.

Sabiéndonos sanos aunque estemos pasando una enfermedad, sabiendo que somos potentes aunque nos sintamos impotentes, sabiéndonos fuertes aunque nos sintamos frágiles ante avatares de la existencia,  podremos abrir los talleres para hablar de todo sin temor y con confianza con los compañeros.

No hará falta excluir temáticas que son parte de la salud aunque se vistan de dolor, miedo, angustia y oscuridad. Esas experiencias son también parte de la vida y merecen tener su momento en los talleres, para que de ellas aprendamos sobre la cantidad de recursos que tenemos, aunque lo olvidemos a veces y sea el grupo el que nos recuerde todo de lo que somos capaces.

Como dijimos alguna vez, la salud y la enfermedad no son territorios sino que son una forma de la mirada. Con una mirada saludable, que señale nuestra potencia, no habrá temas que temer y todo, pero todo, podrá ser conversado en la rueda de los talleres.


                                                                       MIGUEL ESPECHE

                                                               Coordinador General