LO QUE SOMOS Y LO QUE NO SOMOS
Nunca es un exceso repetir algunas de las cosas que hacen que nuestros talleres sean lo que son.No está de más recordar que los grupos del Programa de Salud Mental Barrial no están para curar, ni para solucionar problemas. Tampoco están para definir situaciones de la vida y ni siquiera para lograr acuerdos o generar acciones de tipo político o similares que puedan ir más allá del compartir anímico.
Es más relajado tener presente lo antedicho, y eso permite, justamente, que podamos hacer lo que tenemos que hacer: acompañar, no más que eso.
Charlar, compartir, sumar perspectivas, entretenernos, curiosear en la vida de los demás para no sentir que la nuestra es una isla y que somos los únicos que vivimos algunos problemas o circunstancias… todo menos pujar por ganar una polémica, sentirnos acreedores de algún tipo de trato “profesional” o pretender tener al grupo y al programa todo como tribuna para que podamos mostrar cuán esplendorosos somos, cuánto sabemos y cuán valiosas y sapienciales son nuestras palabras. Menos todavía pensar que el programa es un espacio para desarrollar una tarea profesional que no se logra plasmar en el ámbito privado y por eso se usa el medio público para compensar, de manera indebida, esa incapacidad.
Es verdad que en los talleres hay de todo, y está bien que así sea. Somos una muestra de lo que existe en nuestra sociedad, y en tal sentido, apuntamos a, justamente, vivir a partir de esos valores que hacen que la salud ciudadana fluya, y lo haga con la energía que suman todos, inclusive aquellos que, en principio, pueden parecer “indigeribles”.
Siempre se verá que en las editoriales o en los textos del Programa de Salud Mental Barrial se explica una y otra vez lo antedicho. Los textos, de Campelo a ésta parte, dicen una y mil veces que el programa no es terapéutico, que los que a él asisten no son pacientes y que los coordinadores no son profesionales de la salud o, al menos, no es con ese título que ejercen la función de animar un grupo de los nuestros.
La recurrencia a este tipo de explicaciones no es en vano. Es que una y mil veces existen equívocos a la hora de definir qué es el programa y sus alcances. Por ello es esencial que los protagonistas y, sobre todo, aquellos que se acercan por primera vez a los talleres, tengan muy en claro que se trata de reuniones para charlar, compartir, divertirse, curiosear, entusiasmarse, sentir las emociones y poner sobre la mesa las ideas, todo ello en clave de bien común, teniendo en cuenta a los otros, y con un mínimo de autocrítica para que la cosa fluya y no sea solamente una suerte de “polémica en el bar” de mediopelo.
Compartimos siempre en un “taller”, es decir, un lugar en el cual se trabaja para transformar entre todos los presentes la “materia prima” de lo humano, cocinándola con el afecto, el sentimiento, la ética vecinal y la buena fe, solidariamente, como corresponde a cualquier sociedad que se precie de ser tal.
A veces se nos desboca algún coordinador y piensa que con su carisma logra su cometido, en desmedro de la red que lo sostiene. Son animadores que se embelesan de su propio poder de seducir, el que en sí mismo no está mal, salvo que en algunas ocasiones ese poder seductor rompe el nexo con la red comunitaria. Alguna vez, años atrás, comparamos ese tipo de situaciones con lo que ocurre con la flor más bella, pero…puesta en el florero, sin contacto con el humus que le da vida comunitaria.
También a veces ocurre que el prestigio del programa se ve en riesgo cuando se dice en los medios de prensa que los asistentes a los grupos son pacientes, o que se “tratan” algunas dolencias en nuestros talleres. Es por eso que, dada la facilidad con la que la prensa puede equivocarse en estas cosas, es importante que, en caso de algún contacto mediático, se puntualice al respecto, con el énfasis correspondiente.
Nos pasó hace poco, por ejemplo, cuando dos medios, uno nacional y otro extranjero, publicaron que algunos de nuestros talleres existen para hacer “tratamientos”. Esos talleres a los que referían las informaciones, para colmo, tienen que ver con ese tipo de temas (astrología por ejemplo) que en nuestro programa se abordan como entretenimiento, pero ni remotamente como método sanador o una terapia legalmente válida.
Ahora tenemos que estar explicando que no, que no se trata de que el hospital público valida ahora esa disciplinas como método sanador/terapéutico, sino que se trata de talleres de Promoción de la Salud, que comparten ese tipo de cuestiones( tantas otras), en clave cultural o lúdica y, en todo caso, usa las imágenes que surgen de astros y cartas para proyectar, con ánimo de crecer en autoconocimiento, aspectos de lo que cada uno es, a modo de la literatura o las artes en general.
Pero no es queja. Vale explicarlo de nuevo, nunca está de más. Es lindo saber que talleres para “entre- tener” a los vecinos viven durante décadas gracias, justamente, a la sencillez honda y generosa de su propósito primordial.
Jamás nuestro programa ha deseado ocupar lugares que no le corresponden, o utilizar al hospital para otra cosa que no sea generar hospitalidad, salud comunitaria, mejora en la calidad de vida anímica de la población y una acción protagónica por parte de los vecinos en lo que hace a su propia salud anímica. Con eso tenemos suficiente como para andar por allí queriendo ser lo que no somos, por ejemplo, curanderos o pseudocientíficos que anhelan la validación del establishment a través de “infiltrarse” en el hospital público.
Una y otra vez diremos lo que somos, lo que hacemos, lo que queremos, para no errar en el camino. La salud es del Pueblo, pero éste se rige a través de sus representantes, también, en lo que a prácticas saludables se refiere. Y sabemos que no hay Salud sin Ley, algo que es bueno recordar, para cumplir con el marco legal como corresponde. Para las prácticas terapéuticas, los profesionales. Para la Promoción de la Salud, la generación de entusiasmo, solidaridad vecinal, entretenimiento y cultura en su más amplio sentido, está el Barrio, del que, sin dudas, somos fieles representantes.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General