lunes, 16 de diciembre de 2019

Amanece en el Infierno....un cuento.....

Amanece en el infierno y un chorro de calor ardiente quema mis rodillas. Pero a pesar de todo, sigo mi camino, tengo que encontrarlo, si es posible hoy mismo. La ciudad de la furia. de los pobres corazones solitarios, la jungla de cemento. Hoy la temperatura superará los 40 grados y el tiempo cruel alquimista se encarga de destrozar mi anhelo. Pero no importa, esperaré en algún rincón con menos calor. Al atardecer seguiré mi búsqueda, yo sé que a él le gusta el calor no importa cuántas veces tenga que bajar al infierno o subir a este otro infierno, pero lo encontraré. Si. he estado antes en la oscuridad y saldré airoso porque lo importante es dar el primer paso.  Todo rojo a mi alrededor. algo, una fuerza desconocida me aprieta y me empuja hacia una pequeña luz. Entre gemidos y pequeños gritos. Ya sé, allí voy me dejo llevar y sin quererlo, yo también estoy haciendo fuerza. Pero paró de hacer fuerza. por fin lo encontré. ahí viene el Colorado, me viene a buscar y me va a llevar, acá llega. A mí me parece que nos vamos para el otro lado. Y así fue como el calor se llevó dos almas abrazadas unas a conocer la vida y la otra apagándose al generar la misma. Una tenue luz blanquecina invade todo Y en silencio se apodera de este infierno que hoy se volvió gélida Antártida.


Realizado por los integrantes del taller: Mis idas... Mis sueños... Mis palabras.

Sabados de 18:00 a 19:30 hs. en el bar Meeting Point - Superi 2609

Rompecabezas de nuestra niñez ...... un cuento...

Se acercaba la hora pico y como todos los días la estación de Leandro Alem se llenaba de gente. Yo con mis otros amiguitos seguimos corriendo de vagón en vagón del tren que estaba parado en la estación apunto de salir. Veía como los pasajeros nos miraban con cierta perplejidad no pudiendo creer nuestra osadía de movernos con tanta libertad riéndonos de todos. O quizás su perplejidad sea a causa de nuestra suciedad. Sin importar la razón éramos felices y nada nos importaba. No teníamos horarios y tampoco plata en nuestros bolsillos. La calle era nuestra madre, la luz del día nuestra alegría y la noche un fantasma que nos aterrorizaba. Sin embargo tratábamos de no pensar en esas cosas y nos dedicamos a reírnos de la gente con sus horarios, con sus apuros, con sus preocupaciones y con sus miserias. Y los días pasaban y la calle era cómplice de nuestras aventuras. Nadie nos esperaba y el futuro era incierto, pero no nos importaba. La comida era nuestro gran desafío, la buscamos entre los tachos de basura y casi siempre encontramos el tesoro de una hamburguesa a medio comer. A veces teníamos la suerte de que Felipe, un empleado de un restaurante cercano a la estación, nos alcanzara  algún que otro alimento de contrabando. Era un pibe bastante mayor que yo, pero se notaba qué era pariente mío. Qué bueno era disfrutar de esas comidas aunque no fuera mucho por lo menos era decente que con mis amiguitos lo apreciamos mucho. Juan del kiosco nos guardaba bebidas que nos dejaban los muchachos del reparto que sabían de nosotros. Los muchachos del reparto habían sido chicos de la calle. En fin hermanos del infortunio. Pasaron los años. La vida se encargó de separarnos. Algunos murieron por la tuberculosis. Otros están presos. Y yo recordando los trato de armar con dulzura el rompecabezas de nuestra niñez.


Realizado por los integrantes del taller: Mis idas... Mis sueños... Mis palabras.

Sábados de 18:00 a 19:30 hs. en el bar Meeting Point - Superi 2609