La llegada del verano trae consigo una merma en el número de talleres que funcionan en el PSMB. Esto se debe a que muchos de los grupos se hacen eco de las vacaciones de sus coordinadores y ayudantes, suspendiendo así sus actividades.
En los meses previos al final del año, circula entre los grupos de coordinadores del programa un listado en el que se solicita que tengan a bien señalar si su taller tendrá o no una suspensión debido a las vacaciones. Esa información se vuelca, luego, al boletín, a la cartelera y a la página web de nuestro programa, con el fin de que los usuarios tengan la información del caso.
Algunos talleres siguen funcionando aún sin su animador y el ayudante. En esos casos, se dice que el taller está en autogestión. Para que eso ocurra el animador de ese taller debe decidir que su grupo seguirá funcionando más allá de su ausencia física, sostenido en los integrantes y según pautas de funcionamiento que el vacacionante deja con claridad establecidas. La duración de la autogestión raramente excede el mes, siendo pocas las excepciones, si es que las hay.
Obviamente puede quedar a cargo del taller el ayudante, siendo varios los casos en los que coordinador y ayudante alternan en forma planificada su ausencia para que el grupo cuente siempre con la presencia física de una de las figuras de autoridad del mismo.
Los talleres que siempre están, y nunca dejan de funcionar, son los talleres de orientación y, sobre todo, los de coordinadores.
Si bien a veces estos últimos grupos quedan algo reducidos en cuanto al número de sus integrantes, están siempre allí ya que son el corazón de nuestro programa, el lugar con el que cuentan los animadores/coordinadores para referenciarse y nutrirse en su rol.
La “movida” del verano pirovanense es siempre diferente cada año. Hay años con veranos más agitados, otros, con franco ritmo de siesta. Siempre, eso sí, son lindos los veranos en el programa porque en los grupos se producen movimientos, cambios, y, en muchas ocasiones, una merma en el número de integrantes que hace que, los que quedan, se solacen en tertulias que tienen un intimismo diferente al del resto del año.
De hecho, esas reuniones con la música de las chicharras como fondo, son siempre recordadas como lindas, cálidas, amables, con una cercanía diferente entre los que no han salido de vacaciones o las pasan gozando en el programa de la compañía de sus vecinos.
Cuando un coordinador informa que se tomará un mes de vacaciones en la playa, por ejemplo, pero que estará ausente de su reunión de pares por dos o hasta tres meses aún cuando estará en la ciudad, siempre focalizamos nuestra atención en él.
Es que, dado que suponemos que nuestro programa es de entre-tenimiento (de “tenernos” entre todos, con disfrute incluido), nos asombra un poco su necesidad de descansar por tanto tiempo. Nos preguntamos, en esos casos, qué puede pasarle al compañero que tiene que descansar tanto de algo que goza, o se supone que goza, al hacer. En otras palabras: si necesita descansar tanto del disfrute, ¿está realmente disfrutando? Explico, para los que se acercan recién al programa, que los animadores de talleres deben gozar su tarea como tales, esa es una condición para estar dentro del programa en lo que hace a la conducción o la ayudantía en la conducción de grupos.
No es que no puedan tomarse esos tiempos de ausencia, pero el que lo hagan ayuda a que su grupo de compañeros explore su estado anímico dentro del mismo. No han sido pocas las veces que este tipo de exploración derivó en sinceramientos y descubrimientos acerca de, por ejemplo, coordinadores que se tomaban de manera excesivamente exigida su tarea, pretendiendo homologar la misma a una práctica profesional, uno de los habituales yerros de los vecinos que olvidan que acá son eso: vecinos, y no psicólogos, médicos o pedagogos matriculados. Al tomarse de esa manera su labor como conductores de sus grupos, se estresaban más de la cuenta. Olvidaban que con ser vecinos, gozar la tarea, ser ordenados con respecto a la misma y tener en cuenta la ética de nuestro programa, alcanza y sobra. No hace falta tanto estrés.
El descanso de los animadores es importante. A veces los animadores, justamente, descansan compartiendo en sus grupos y disfrutando el programa. Otras, se van de vacaciones y la pasan bomba, volviendo luego renovados a sus talleres.
Como se ve, usamos la circunstancia estival para cuidarnos, porque no sirve a nadie tener coordinadores que estén estresados por venir al programa, cuando, justamente, la idea es que la pasen bomba acá también, tanto o más que en la playa o en la montaña.
Utilizo a conciencia la circunstancia que se da en el verano a modo de ejemplo de cómo nos cuidamos unos a otros en el programa. Quienes asisten a los grupos como usuarios y leen esta editorial, percibirán una muestra de cómo nos ocupamos de que los coordinadores de sus grupos estén alimentados emocionalmente, para llevar ese alimento a la mesa del taller que coordinan.
Con el ritmo que marca el calor, el programa sigue su tarea. Nunca se detuvo por “falta de quórum” ni lo hará jamás, porque las personas que están son las que tienen que estar y siempre habrá algún grupo para los que vengan, inclusive para los que elijan venir por vez primera aprovechando el tiempo libre que el verano depara.
Por otra parte, la playa o la montaña son más disfrutables aún, sabiendo que a la vuelta están los compañeros esperando para retomar el camino. El descanso es más descansado cuando nos sentimos unidos a una red que, en verano o en invierno, tiene siempre encendido el fueguito de la buena vecindad.
MIGUEL ESPECHE
Editorial publicado en Boletín del PSMB Nro 118, enero 2009
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