Muchos profesionales de distintas disciplinas de la Salud, así como otros ligados a la Asistencia Social, suelen ofrecer a sus pacientes o asistidos, la posibilidad de que se acerquen a nuestro programa.
En los primeros tiempos de existencia del Programa de Salud Mental Barrial nos daba especial alegría cada vez que llegaba alguien derivado por profesionales ya que no era habitual que eso ocurriera. En aquellos tiempos, cuando aún no había un conocimiento cabal de lo que era el programa, había cierta idea de que lo nuestro era un poco…excéntrico, por lo que no siempre se veía con buenos ojos lo que acá hacíamos. Por eso era tan grato cuando algún profesional comprendía que el programa no competía sino que colaboraba con la tarea de salud por él desarrollada.
La cosa cambió, al punto que hoy, por fortuna, son muchos los vecinos que han iniciado su camino en el programa a partir de la frase: “Mire, hay unos talleres en el Hospital Pirovano que quizás le sirvan…”, pronunciada por un profesional de la salud o de la ayuda.
Es sabido que lo que acá hacemos no es terapia, ni es asistencialismo. Tampoco es una tarea en la que sea menester ser otra cosa que “buen vecino”, dentro de un ordenamiento mínimo que hace a la identidad del programa.
Es una clásica equivocación el evaluar al Programa de Salud Mental Barrial con criterios que no corresponden con la tarea que realiza. Suele vérselo, erróneamente, como un lugar psicoterapéutico, pero no lo es. El PSMB trabaja con población sana (toda la población es sana, aunque pueda sufrir alguna dolencia) a partir de criterios de Promoción de la Salud, es decir apunta a la mejoría de la calidad anímica de la población a partir de un criterio solidario, vecinal, organizado y…entusiasmante. En ese sentido, se hace obvio que ese tipo de criterio de lo que es Salud no puede sino ayudar a todos los que acuden a servicios profesionales de salud y asistencia, y, además, ayuda también a quienes trabajan en dichos servicios al darles alternativas que fortalecen su tarea cotidiana.
Cuando se habla de “contener” los “desbordes”, atender “cuadros graves”, hacer “algo” con los “brotes”, solemos decir que sí, en el PSMB hacemos “algo”, si bien eso no significa una acción “profesional” de nuestra parte. Hacemos lo mismo que hace cualquier ciudadano que testimonia una situación en la que alguien actúa de manera antisocial o que pueda hacerse daño a sí mismo o a terceros, o como puede hacerlo un transeúnte que sostiene a otro que se siente mal y se desmaya en la vía pública. No hace falta ser profesional para hacer eso, pero es importante la función vecinal como primer acompañamiento y nadie diría que “nada” se puede hacer sin título habilitante en ese tipo de situaciones límites que, por otro lado, se dan muy de vez en cuando.
Por fortuna, retomando el inicio de este texto, hoy en día el puente con los profesionales es fluido y esto tiene que ver con la creciente aceptación por parte de los mismos de un concepto de lo que es ser “persona”. Ese concepto abre a la idea de que no es posible desligar del contexto comunitario a nadie, y que la vinculación o revinculación de cualquier ser humano a su red de referencias es imprescindible para cualquier acción de salud mental o social.
En un tratamiento psicoterapéutico, por ejemplo, llega un momento en el que, sin comunidad, esa “mente” que se “analiza” o sobre la cual “se trabaja”, termina comiéndose a sí misma. Llegado ese momento, el “otro” es el que abre el juego y saca de la autofagia a la persona. Y una de las maneras de estrechar ese vínculo con el “otro” es viniendo al programa y compartiendo en sus talleres.
Es mucho más lindo ahondar en las cuestiones de la mente y del alma en una psicoterapia si, por ejemplo, sabemos que, además, podemos ir a bailar salsa en “Quién me quita lo bailado” y encontrar buenos compañeros de ruta con quienes compartir. Asimismo, es más fácil entender lo que nos pasa en el vínculo con nuestros hijos si, a la vez que lo “vemos en terapia”, compartimos con pares las vicisitudes propias del gremio parental en el “Sindicato de Padres”, en el grupo “Ayuda Mutua entre padres” o en el de “Vínculos”.
Esto, reitero, lo están entendiendo muchos profesionales, que se dan más y más cuenta que a veces el problema de sus pacientes es estar demasiado solos, demasiado a la merced de los pájaros de la mente por falta de amigos, de vecinos, de prójimos….
Esto también se liga a lo que pasa con personas que requieren de ayuda de tipo social, en un terreno en el que , a veces, la pobreza económica va de la mano con una pobreza de vínculos que ofrezcan un espejo rico y vital para que no sólo esas personas se identifiquen con su rol de “pobres” o “población careciente” o “en riesgo” sino que puedan mirarse en espejos que den cuenta de sus potencias, sus capacidades y sus sueños, sabiendo que todo esto, sin dudas, es parte de una riqueza que amerita ser tenida en cuenta si se desea honrar lo que esas personas son en su totalidad, no sólo circunscriptas a los valores socioeconómicos materialistas. En contacto con vecinos que miren lo potente y no sólo lo carente de cada uno nos damos cuenta que “nadie es tan pobre que no tenga nada para dar”. Y, al tener “algo para dar”, sabemos todos, nos sentimos llenos, dignos, personas, ciudadanos, más allá del dolor y el sufrimiento que se pueda tener.
Estas líneas entonces apuntan a celebrar el hecho de que un puente se ha abierto de manera maravillosa con el mundo profesional de la salud y de la ayuda social, en un tiempo en el que, entre necedades y terremotos, los puentes parecen ser proclives a ser derrumbados sin más.
La salud es algo que nunca se pierde, siempre está, y si bien a veces las nubes cubren esta verdad, las potencialidades, con formas muy diversas, buscan lugar en los cuales desplegarse, tejiendo vínculos, generando acciones con otros, que permiten que podamos decir que somos sanos siempre, aún cuando podamos sufrir, enfermar o andar por la vida ajenos a la prosperidad económica.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General
En los primeros tiempos de existencia del Programa de Salud Mental Barrial nos daba especial alegría cada vez que llegaba alguien derivado por profesionales ya que no era habitual que eso ocurriera. En aquellos tiempos, cuando aún no había un conocimiento cabal de lo que era el programa, había cierta idea de que lo nuestro era un poco…excéntrico, por lo que no siempre se veía con buenos ojos lo que acá hacíamos. Por eso era tan grato cuando algún profesional comprendía que el programa no competía sino que colaboraba con la tarea de salud por él desarrollada.
La cosa cambió, al punto que hoy, por fortuna, son muchos los vecinos que han iniciado su camino en el programa a partir de la frase: “Mire, hay unos talleres en el Hospital Pirovano que quizás le sirvan…”, pronunciada por un profesional de la salud o de la ayuda.
Es sabido que lo que acá hacemos no es terapia, ni es asistencialismo. Tampoco es una tarea en la que sea menester ser otra cosa que “buen vecino”, dentro de un ordenamiento mínimo que hace a la identidad del programa.
Es una clásica equivocación el evaluar al Programa de Salud Mental Barrial con criterios que no corresponden con la tarea que realiza. Suele vérselo, erróneamente, como un lugar psicoterapéutico, pero no lo es. El PSMB trabaja con población sana (toda la población es sana, aunque pueda sufrir alguna dolencia) a partir de criterios de Promoción de la Salud, es decir apunta a la mejoría de la calidad anímica de la población a partir de un criterio solidario, vecinal, organizado y…entusiasmante. En ese sentido, se hace obvio que ese tipo de criterio de lo que es Salud no puede sino ayudar a todos los que acuden a servicios profesionales de salud y asistencia, y, además, ayuda también a quienes trabajan en dichos servicios al darles alternativas que fortalecen su tarea cotidiana.
Cuando se habla de “contener” los “desbordes”, atender “cuadros graves”, hacer “algo” con los “brotes”, solemos decir que sí, en el PSMB hacemos “algo”, si bien eso no significa una acción “profesional” de nuestra parte. Hacemos lo mismo que hace cualquier ciudadano que testimonia una situación en la que alguien actúa de manera antisocial o que pueda hacerse daño a sí mismo o a terceros, o como puede hacerlo un transeúnte que sostiene a otro que se siente mal y se desmaya en la vía pública. No hace falta ser profesional para hacer eso, pero es importante la función vecinal como primer acompañamiento y nadie diría que “nada” se puede hacer sin título habilitante en ese tipo de situaciones límites que, por otro lado, se dan muy de vez en cuando.
Por fortuna, retomando el inicio de este texto, hoy en día el puente con los profesionales es fluido y esto tiene que ver con la creciente aceptación por parte de los mismos de un concepto de lo que es ser “persona”. Ese concepto abre a la idea de que no es posible desligar del contexto comunitario a nadie, y que la vinculación o revinculación de cualquier ser humano a su red de referencias es imprescindible para cualquier acción de salud mental o social.
En un tratamiento psicoterapéutico, por ejemplo, llega un momento en el que, sin comunidad, esa “mente” que se “analiza” o sobre la cual “se trabaja”, termina comiéndose a sí misma. Llegado ese momento, el “otro” es el que abre el juego y saca de la autofagia a la persona. Y una de las maneras de estrechar ese vínculo con el “otro” es viniendo al programa y compartiendo en sus talleres.
Es mucho más lindo ahondar en las cuestiones de la mente y del alma en una psicoterapia si, por ejemplo, sabemos que, además, podemos ir a bailar salsa en “Quién me quita lo bailado” y encontrar buenos compañeros de ruta con quienes compartir. Asimismo, es más fácil entender lo que nos pasa en el vínculo con nuestros hijos si, a la vez que lo “vemos en terapia”, compartimos con pares las vicisitudes propias del gremio parental en el “Sindicato de Padres”, en el grupo “Ayuda Mutua entre padres” o en el de “Vínculos”.
Esto, reitero, lo están entendiendo muchos profesionales, que se dan más y más cuenta que a veces el problema de sus pacientes es estar demasiado solos, demasiado a la merced de los pájaros de la mente por falta de amigos, de vecinos, de prójimos….
Esto también se liga a lo que pasa con personas que requieren de ayuda de tipo social, en un terreno en el que , a veces, la pobreza económica va de la mano con una pobreza de vínculos que ofrezcan un espejo rico y vital para que no sólo esas personas se identifiquen con su rol de “pobres” o “población careciente” o “en riesgo” sino que puedan mirarse en espejos que den cuenta de sus potencias, sus capacidades y sus sueños, sabiendo que todo esto, sin dudas, es parte de una riqueza que amerita ser tenida en cuenta si se desea honrar lo que esas personas son en su totalidad, no sólo circunscriptas a los valores socioeconómicos materialistas. En contacto con vecinos que miren lo potente y no sólo lo carente de cada uno nos damos cuenta que “nadie es tan pobre que no tenga nada para dar”. Y, al tener “algo para dar”, sabemos todos, nos sentimos llenos, dignos, personas, ciudadanos, más allá del dolor y el sufrimiento que se pueda tener.
Estas líneas entonces apuntan a celebrar el hecho de que un puente se ha abierto de manera maravillosa con el mundo profesional de la salud y de la ayuda social, en un tiempo en el que, entre necedades y terremotos, los puentes parecen ser proclives a ser derrumbados sin más.
La salud es algo que nunca se pierde, siempre está, y si bien a veces las nubes cubren esta verdad, las potencialidades, con formas muy diversas, buscan lugar en los cuales desplegarse, tejiendo vínculos, generando acciones con otros, que permiten que podamos decir que somos sanos siempre, aún cuando podamos sufrir, enfermar o andar por la vida ajenos a la prosperidad económica.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General
Publicado en el Boletín Nro. 127 del PSMB
1 comentario:
Muy cabal y oportuno el editorial "Puentes que se construyen". Estamos en la etapa del año de inicio de talleres y del curso de ingreso, y encuentro muy útil actualizar el camino recorrido y reconocer los puentes que hemos sabido tender con los profesionales de la salud. Me entusiasma saber que soy un eslabón en la construcción y mantenimiento de esos puentes que nos unen y tanto ayudan comunitariamente. Una linda manera de empezar el año! Maria emilia Holmberg
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