La decisión de viajar fue vertiginosa, no había estado en mis planes visitar el Paraje San Juan, ese lugarcito en Santiago tan querido por mis compañeros. Escuché en los encuentros con atención
Entonces… la postal de la calle Monroe escoltada por semáforos y abarrotada de autos la cambié por otra, con un camino salitroso y custodiado a lo largo de kilómetros por imponentes cactus.
No me imaginaba que esos pequeños de la escuela 1066 me ayudarían tanto a ampliar mi conciencia y mi contacto con la naturaleza árida de ese suelo, hasta llegar a descubrir juntos un ramillete de color rosado que no eran ni más ni menos, que huevitos de sapo.
Me encantó acompañarlos y disfrutar de su presencia. Jugar al “Veo Veo” y percibir con fuerza la capacidad de asombro que aún los envuelve. Sentir el calor de esos besos dobles en los cachetes me estremeció y me obligaron a ubicarme con rapidez a sus costumbres, para que nadie me mirara reclamando el beso que faltaba.
Sentí la camaradería de la directora y los maestros dándome la bienvenida y permitiéndome ayudarlos a recortar letras, pegar brillitos y hasta armar el telón para participar del cierre del
Ciclo Lectivo 2010.
El Taller del Pirovano estuvo presente siempre con todos sus integrantes, con la presencia física de Eleni, Luis, Cecilia, Mirta y a la distancia con cada una de las acciones generadas por Miguel, María Emilia, Omar, Juan, Silvia T. Horacio y Silvia A. porque así funciona un equipo.
Le doy gracias a Dios que nos acompañó en todo momento y nos permitió ver su mano en aquel Paraje.
Mirta Cataldi
Integrante del Taller Apadrinando una Escuela
2 comentarios:
Me encanto tu experiencia, tu relato es muy lindo y emotivo,....
y me llego, en cualquier momento me sumo a tu taller, me gustaria colaborar con esas escuelas.
Hugo Moccia
Muy linda experiencia!
Saludos a todos
Javier
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