En todos los años acumulados de vivencias dentro del Programa, una de las observaciones más rotundas que podría hacer, es que quienes sienten curiosidad tienen más posibilidades de integrarse a una red de ayuda mutua que aquellos que no sienten ni pizca de interés en atisbar, al menos un poco, qué hay más allá de las fronteras de su mente y su experiencia personal inmediata.
“Compartir” es una palabra que, en el plano de la comunicación, significa una sabia armonía entre escuchar y decir lo propio. A veces en el taller de orientación o en otros talleres que reciben personas que vienen por primera vez, se percibe la conflictiva situación que viven aquellos que no se importan demasiado por conocer ese extraño terreno nuevo que están pisando. Dichas personas más que nada ponen su esfuerzo en hablar y hablar de sus ideas y cosas, dándole malsana preponderancia a sus propias circunstancias, sin escuchar nada. El problema no es que dichas circunstancias sean erradas o poco interesantes (de hecho, a veces son muy atrayentes), sino el que sean solitarias, parezcan sólo una “descarga” y la actitud general carezca de toda curiosidad e interés por las vivencias de los otros.
“Si Dios existe no está en vos o en mí, sino en ese pequeño espacio que hay entre cada uno de nosotros” decía el sabio y joven personaje femenino de ese lindo filme que es “Antes del Amanecer”.
Se me ocurre que la curiosidad es uno de los motivadores para habitar y compartir ese espacio que está “entre” las personas (espacio vincular, que le dicen), que es el que permite salir del encierro que a veces nuestro ego sobregirado propone.
Para el que sabe ver y escuchar, todo vecino es un mundo fascinante en el que puede verse también reflejado. Amores, pasiones, encuentros y desencuentros, fugas y olvidos….todo hace a la iconografía vecinal que se junta en el Pirovano y que conforma la mejor de las novelas humanas hecha de realidades de vida que palpitan ahí, frente a nuestros ojos.
La sorpresa está en cada rincón, las palabras sabias surgen de las bocas más impensadas, el amor generoso aparece en el instante de mayor desasosiego, de los infiernos más prosaicos surgen gloriosas epopeyas…eso , todo eso ocurre en un rincón chiquito del planeta que queda en o cerca del hospital Pirovano: en un bar, en un pasillo, en escenarios que sólo los curiosos, los perspicaces, sabrán valorar, gozar, y percibir como atisbos de la Utopía que espera paciente a que nos percatemos de que ya existe en el corazón humano, sólo falta que nos demos cuenta de ello y curioseemos.
Miguel Espeche
Coordinador General
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