Editorial
COMPARTIR NO ES POLEMIZAR
Hay mucha gente a
la que le encanta la palabra “polemizar”. De buena fe creen que, polemizar
sobre una cuestión, mejora el acceso a la verdad acerca de esa cuestión.
Nunca me pareció
que eso fuera atinado. De hecho, en los talleres considero que más que
polemizar se intercambian puntos de vista sobre las cuestiones, de manera tal
que una mirada suma a la otra mirada. No creo que deban competir ambas, sino
ayudarse mutuamente para enriquecer las perspectivas y, así, ser más eficaces
en la vida.
Por eso es “taller”, porque “forjamos” un
saber compartido allí, “in situ”, incorporando las perspectivas de los
presentes, de diferentes maneras, sumando no solo las ideas, sino los estados
de ánimo que subyacen al sostén de esas ideas.
Me puse a buscar
en el diccionario y me di cuenta del por qué de mi falta de simpatía por la polémica.
Miren ustedes sino:
Según el
Diccionario de la Real
academia, “polémica” se define como “Arte que enseña los ardides con que se debe ofender y defender
cualquier plaza”.
Busqué un
poco más y en un diccionario de Santillana encontré lo siguiente referido a la
palabra “polémica”:
1.(s. f.) Discusión
entre personas que sostienen opiniones o ideas distintas y atacan las del otro
u otros.
En otro lugar,
dice lo siguiente: polémico, ca
del gr. polemikos,
referente a la guerra
1.(adj.) Que
provoca controversia.
Es interesante lo que nos pasa cuando no
polemizamos y, en cambio, compartimos,
no solo ideas, sino nuestro ánimo.
De hecho, compartir generativamente y no beligerantemente es lo que corresponde a
una tarea civil de construcción comunitaria, es decir, cuando no
“militarizamos” situaciones que no son guerreras. En la guerra debe ser
diferente, pero no es el caso, al menos, en nuestro programa, que habla de buen
vecinalismo, fraternidad y sano orden, más que de competencia bélica o pulseada
peleadora.
Quizás por eso en los talleres no hay temas
tabú, aunque sí es tabú compartir sin ánimo de buena vecindad que permita
respetar, sentir curiosidad y dar pertinencia al sano pensar y sentir del
compañero de ruta.
En algunos lugares dicen que no hay que hablar
de política, de religión o de fútbol. Yo diría que no debería polemizarse sobre
esas cuestiones que tanto crispan los nervios cuando son tratadas desde la idea
de generar “… ardides
con que se debe ofender y defender cualquier plaza”.
Sin embargo, bendigo la posibilidad de poner
sobre la mesa nuestra mirada sobre todas las cuestiones que sean pertinentes de
acuerdo a la dinámica, el objetivo y el espíritu de cada taller, sin excluir
temas, pero sí excluyendo la mezquindad, los ardides y la idea guerrera del “polémikos”
de la que habla el diccionario.
La realidad es tan pero tan grande, compleja,
multidimensional….no se trata de pensar que la parte que nos toca ver de ella
es la totalidad. Se trata de saber que la estamos abordando desde otro lugar,
como aquel cuento de los ciegos y el elefante, cuando cada uno de ellos tocaba
una parte del animal y creía que dicha parte era la totalidad del toqueteado paquidermo.
Por eso, mientras demoramos en darnos cuenta
que estamos en el fondo de acuerdo (tantas veces lo estamos, sin percatarnos de
ello sólo porque la vía de acceso que elegimos es diferente a la del compañero)
en los talleres custodiamos no la verdad, sino la buena fe, no la razón, sino
el respeto y las ganas de compartir. El optimismo está en creer que hay algo
que merece habitarnos de aquello que trae el compañero, no que eso que nos
comparte merece ser eliminado sin más, vencido a fuerza de polémica.
Carlos Campelo solía decir que es mejor lograr
consenso que tener razón. El sabría por qué lo decía. Las razones han ido,
vuelto, y retornado a lo largo de la historia. Lo que, sin embargo, siempre perduró es aquello que hacía que las
comunidades siguieran siéndolo, y no se transformaran en una masa de
polemizadores sin fe y a la defensiva. Era el amor comunitario, la amalgama
solidaria que hacía que cada uno tuviera su lugar y no tuviera que andar siempre
compitiendo para lograrlo forzadamente.
En tiempos de polémica, nada como un buen
taller en el cual investigamos lo que somos y pensamos, a través de compartir
lo nuestro con lo que otros traen para poner sobre la mesa.
No es con guerra, es con ganas de estar juntos,
que hacemos Barrio. Las conversaciones van y vienen en nuestros talleres, y
tejen redes de amor comunitario. Ese que abunda entre nosotros, sólo que, en
medio de tanta polémica, parece poco, cuando lo es todo.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General
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