miércoles, 24 de octubre de 2012

PASANTES


Todo pasa y todo queda. Eso dicen el poema y la canción. Y es verdad.

Por eso, quería comentar aquí algo sobre los pasantes, esos estudiantes de universidades e instituciones, que “pasan” por el programa y dejan lo suyo, llevándose a su vez aquello que tenemos nosotros para ofrecerles.

En realidad, si bien siempre nuestro espacio ha sido campo para que vecinos-estudiantes vinieran para capitalizar su experiencia como usuarios del programa, para crecer también en el rol profesional, en los últimos tiempos hemos sido visitados de manera muy interesante por estudiantes de la Universidad de Morón que, a  escala antes nunca vista, dejaron un  agradable sabor a través de su travesía por los talleres.

¿A qué se debe esto? No lo sabemos bien, si bien sospechamos una previa preparación muy interesante por parte de la cátedra (complementada luego por nuestro “taller de los pasantes” coordinado por Silvia Vanella) que,  sumado seguramente a la calidad personal de los involucrados,  facilitó a los chicos y chicas, que venían para cumplir con un requisito académico, el poder comprender y, luego, poner en práctica  noción de que la participación en los talleres sería (y de hecho, fue) un espacio en el cual ellos se encontrarían consigo mismos, y no solo con esos “otros” medio raros que van a grupos a los cuales se estudia a modo de monos en el zoológico.

El respeto, el compromiso y la vitalidad fresca de esos estudiantes fue algo que nos llamó la atención. Hasta cuando metieron la pata los pasantes ofrecieron pedazos de alma a partir de los cuales los grupos en los que estuvieron se vieron enriquecidos. Eso se percibía en los comentarios que en el Comité de Conducción recibíamos a diario, con gratitud por la calidad humana de las intervenciones de esos futuros psicólogos que, a diferencia de pasadas y desagradables experiencias, no venían a mirarnos como bichos raros, a los que luego se criticaba de mala manera desde paradigmas impertinentes a la hora de evaluar una movida vecinal de Salud Mental comunitaria.

Desde siempre decimos que a los talleres vienen vecinos, un título del que nadie puede escaparse ya que todos somos vecinos de alguien y ese es un destino inexorable desde el cual empezamos a hacer nuestra historia. Por eso somos refractarios a las observaciones en las que los observadores no se reconocen como parte de aquello observado.

Existen talleres cuyos coordinadores no aceptan pasantes, quizás porque les complica la vida el verse al servicio de un paradigma diferente al barrial y comunitario. Eso corre para los casos en los que los pasantes miran detrás del vidrio lo que ocurre en el grupo, sin darse cuenta que en ese grupo no solamente ocurre “eso” que ellos miran, sino que también ocurre que algunos vecinos (ellos) eligen mirar al prójimo desde un lugar distante que, sin embargo, no deja de mostrar quienes son y qué actitud tienen.

Todo esto que digo, sin embargo, no fue lo que ocurrió con los pasantes que últimamente vinieron por acá.

Sí ocurrió que alguno no se quedó a alguna autogestión porque nadie le firmaría el papelito que acreditaba su participación en el grupo (los coordinadores eran los habilitados a firmar la asistencia de los estudiantes). Recordemos que las autogestiones son la forma que adoptan los talleres cuando los coordinadores o ayudantes se ausentan y son tan talleres como los que están físicamente coordinados por los animadores.

 El choque entre lo burocrático y lo vivencial fue fuerte en la escena que paso a relatar.  Ante la ausencia de los coordinadores, suplida por una autogestión, en cierta ocasión  los estudiantes partieron, papelito en mano, hacia otro grupo que contara con un “firmador” autorizado. Llegaron tarde al taller de “Ensamble de Familias”, y acomodaron las sillas para entrar, hasta que el coordinador les dijo que era demasiado tarde para incorporarse. Allí explicaron que habían ido a aquel otro taller cuyo coordinador se había ausentado. “Se hubieran quedado en la autogestión” les dijo Claudio, el coordinador de “Ensamble…”. La respuesta al comentario fue “¿y quién nos firma el papelito?”, respuesta que motivó, sin demasiado trámite, que no fuera autorizada la participación ese día de los estudiantes ya que Claudio consideró que no:  demorados y por causas lejanas al interés por el grupo en sí, no iba a aceptar la participación de esos estudiantes por macanudos que fueran.

Escenas como estas, pero en general en clave menos conflictivas y plenas de entrega emocional y buena onda,  fueron de gran enriquecimiento en los talleres. Tanto es así que surgió el deseo de escribir acerca de esto, con gratitud y con ánimo alegre por sentir que hay valores que están marcados en la forma de ser de los jóvenes que se arriman a la tarea de potenciar la salud anímica desde un rol profesional, rol que se nutre con el compromiso personal .

Frescura, alegría, horizonte y buena compañía durante el cuatrimestre y, quizás, algo más de tiempo, ( porque los rumores dicen que varios de esos estudiantes seguirán por acá, no para firmar papelitos, sino porque se contagiaron del Ad Gaudium” -por el gozo- que revolotea por nuestros talleres)  alimentaron las ganas nuestras de cada día.

Todo pasa y todo queda. Y lo que quedó de la visita de los pasantes vale un editorial de nuestro boletín, y un brindis agradecido por la buena onda.

 

                                                                                        MIGUEL ESPECHE
                                                                                       Coordinador General

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como hace tantos años " Pasaran, pasaran pero muchos se quedaran "
Claudia M Florido

Amigos del programa dijo...
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