domingo, 17 de febrero de 2013

LA VITALIDAD DEL PROGRAMA


Nos gusta ser vitales. Sentirnos vivos, despiertos. Nos gusta que cada momento tenga algo de virginal, que sea nuevo, que tenga pulso, aire, más allá de que sea conocido y tenga algún orden que le de perdurabilidad o referencia.
A veces, sin embargo, nos dormimos. El automatismo es un arrullo que nos hipnotiza o sumerge en ese ensueño que nos ofrece la ilusión de que todo es para siempre y  que lo nuestro está garantizado por el solo hecho de repetir ciertos rituales y ciertas palabras. Estos rituales y palabras, creemos, mágicamente nos hacen eternos, ajenos al hecho de que, si no respiramos cada día, por más que hayamos respirado mucho en todos estos años, igual nos vamos a asfixiar ya que no se “capitaliza” el oxígeno, ni el del cuerpo, ni el del espíritu.
Por ejemplo, las frases hechas, por inteligentes que sean, se arruinan cuando son pronunciadas de manera mecánica, sin savia ni vibración, como si fuéramos el eco de otro, y no los generadores de eso que decimos.
La misma frase dicha un día puede iluminar y, al tiempo, repetida, puede oscurecer. Por eso, si bien tenemos nuestras palabras, en nuestro programa proponemos “la vida” y no tanto “la forma”. A veces, una metida de pata nos sirve más que un acto pulcro e inmaculado que sigue el manual del buen coordinador a pies juntillas y se rige por las palabras correctas de nuestro catecismo.
Por eso, despertar al presente siempre ofrece nuevas energías y sorpresas, y ofrece, también, desprendimientos respecto de lo que ya no alimenta, sino que pesa en demasía y hay que dejar de lado.
Quiero pensar que en el programa no cambiamos, evolucionamos, y con eso quiero decir que el tiempo presente nos va despertando a realidades que suman a las que conocíamos antes.
¿Ejemplo?: la página web de nuestro programa. Antes era un “berretín” que sumaba en exigua proporción a lo que nos daban los talleres de orientación y el boletín como puerta de entrada para los nuevos vecinos que se acercaban. Hoy mucha gente viene por vía de Internet, y los talleres de orientación son ayudados, como entrada a la red de talleres, por la vía cibernética, a la que se suma los ya clásicos boletines y la vía mediática (reportajes, gacetillas, etc.) que, en su conjunto, son las maneras que tiene el programa para convocar y ofrecer una puerta y un faro visible a los vecinos que se nos acercan o nos están buscando.
Antes los talleres de orientación para los que vienen por vez primera eran muy numerosos. “Antes” es la década del 80, 90 y principios de la del 2000. Ahora, como digo, se suman alternativas para los que se quieren arrimar y desean averiguar cómo y dónde hacerlo,  y el programa, en su deseo de abrazar a los recién llegados y ofrecerse de manera visible, quiere crecer para honrar ese deseo.
Por eso, está en marcha la modernización de la página web, para hacerla genuinamente atractiva ya que, al ponerla linda, demostramos que queremos que la gente nos vea bien, que sean bienvenidos y así se sientan al saber que le ponemos “onda” a la cosa, sin simplemente dormirnos en formas que nos dieron resultado antes, pero que ahora, con la sumatoria de circunstancias, requieren de la adecuación de nuestra práctica.


“El que busca la vida, encuentra la forma. El que busca la forma, encuentra la muerte”. Ese refrán sigue dándonos referencia. Es importante registrar la vitalidad de lo que decimos y hacemos, y de allí viene luego el cómo del obrar. La cuestión a la que nos referimos, por ejemplo,  no tiene por objetivo tener una página web maravillosa, sino  tener entusiasmo para recibir a los nuevos, y que ese entusiasmo redunde en que la página web sea linda, ágil, atractiva,  como fruto de una labor integral del programa en clave de entusiasmo.
Al hablar de la página web, tan sólo estoy ejemplificando lo que, a mi gusto, es una actitud que puede manifestarse en muchas cosas. Es un ejemplo de actitud vital, que, justamente, apunta a vitalizar nuestros talleres al poner sobre la mesa lo que sentimos y pensamos, para no mezquinarle al grupo algo que, aunque a veces pueda ser difícil, es patrimonio grupal y fuente energética para la labor “copada” de sus integrantes.
Apostar a la autocrítica, a la solidaridad, al optimismo, a la buena fe ayuda en ese sentido. También apuntar a una mirada de conjunto, sabiendo que nuestros talleres tienen como fuente de su fuerza el que forman parte de un cuerpo más grande que ellos mismos, por lo que eso de “cortarse solo” debilita y roba alternativas a sus integrantes…
Crecer en la propia autoridad, entusiasmarse, darle vida a las propias palabras sin repetir  consignas vaciadas de sentido, disfrutar de verdad el entusiasmo de los talleres, sean los que coordinamos, sean los que nos hospedan como simples integrantes…tantas cosas hay para hacer para embellecer la tarea de cada día en los grupos…
El año que inicia nos espera, generoso, para que en él pongamos nuestras ganas y nuestro entusiasmo. Vamos a hacerlo bueno, si queremos.
 La “vida” encontrará su “forma” y el día a día transparentará nuestro genuino deseo de crecer en salud, con nuestros compañeros. El tema es pasarla bien, sabiendo que lo grupal nos nutre y despierta de los automatismos y los dogmas vacíos de sentido. Es que, al participar honestamente en los grupos, algo mágico pasa que nos hace ver la vida de otra manera, más fresca y generosa, como si, por fin, pudiéramos vernos en un espejo que refleja lo mejor de lo que somos, para liberarnos de tanta mala onda que anda por ahí rondando.

                                                                           MIGUEL ESPECHE
                                                                          Coordinador General

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