EDITORIAL
EL
MALENTENDIDO
Es habitual que en
toda empresa comunitaria existan malentendidos. Nuestro programa no está exento
de ellos, si bien permanentemente propiciamos espacios dentro de los cuales
podemos apuntar a lograr claridad, acuerdo y aceptación dentro del intercambio
vecinal.
Uno de los
malentendidos habituales que surgen dentro de nuestro programa es respecto de
sus incumbencias y obligaciones. Es esperable este tipo de circunstancia, ya
que claramente nuestro programa es diferente en lo que hace a la labor
hospitalaria, mayormente definida hacia el plano de lo asistencial y
preventivo, mientras que el PSMB apunta
a una labor de promoción de Salud, es decir, trabaja con población sana y, por
lo tanto, potente.
Lo antedicho permite
entender por qué muchos vecinos se acercan al programa con una actitud de
demanda que es pertinente quizás a otro tipo de tareas de salud, ya que lo que
aquí hacemos no es psicoterapia, no es asistencia profesional y no remite a las
habituales prácticas atinentes a servicios profesionales, dentro de los cuales
se ponen en juego protocolos y obligaciones muy distintos a los que
corresponden a una tarea de vecinos que tienen a la conversación como fuente de
encuentro.
El encuadre del PSMB está basado en el entusiasmo,
la potencia y la solidaridad, no en la
deuda o la demanda. De allí que todas nuestras actividades apunten al
intercambio desde lo que se puede, lo que se tiene, lo que se quiere, y no
desde lo que falta, se necesita y se exige a modo de demanda. Por eso, ante el
malentendido habitual de demandar al programa cuestiones que no hacen a su
abordaje de la salud, siempre es bueno remitirse a los principios que
posibilitan la existencia de una acción como la que desplegamos, a la vez que
los servicios psicoterapéuticos o de asistencia general (por ejemplo, los que
tiene el Servicio de Salud Mental del hospital) se hacen cargo de aquello que
requiera asistencia profesional, urgencia, o acción preventiva.
En el texto de
bienvenida que figura tanto en el boletín como en nuestra página web, se hace
público el siguiente texto en relación a la apertura y cierre de talleres:
El Programa, a través de su sistema de autoridad, evalúa y
apuntala la apertura de los talleres, ofreciendo sostén y referente a los
animadores, cuidando rigurosamente el espíritu de la tarea convocante y la
ética de la misma. En los casos en los que, a través de la labor con los
animadores y la autoridad hospitalaria, se perciba que algún coordinador no
cumple con los requisitos éticos y operativos esenciales para ser animador, el
PSMB lógicamente retirará la pertenencia a dicho animador y, eventualmente, si
no fuera posible su reemplazo, cerrará el taller o lo considerará fuera de la
red. En esos casos, pocos por cierto, se les comunica a los usuarios la
razón de dicho cierre y se los orienta a qué talleres dentro del programa
pueden concurrir.
Obviamente
lo que decimos es que a los talleres los cuidamos, y que por eso nos podemos
llamar “programa” y no somos tan sólo un “rejunte” de talleres sin un eje ético
que proteja la calidad de los grupos y los asistentes a los mismos.
El
programa considera sanas a las personas que asisten a los talleres, no
desvalidas o impotentes. Si así no fuera, si se viera en los vecinos a seres
carentes, incapaces, frágiles y tan solo víctimas del destino, no podría
existir la red de talleres, ya que todos ellos deberían, en ese hipotético
caso, remitirse a los servicios asistenciales que tratan la enfermedad o las de
protección al desvalido, algo que, insistimos, no es el área de incumbencia de
nuestro programa.
Cuando un
taller debe cerrarse, por ejemplo, porque su animador no cumple con alguno de
los requisitos de nuestro programa, lamentamos la circunstancia, a la vez que
confiamos en que los asistentes a dicho taller podrán apuntalarse en otros
grupos del programa, entendiendo que si el Comité de Conducción toma una
decisión de tal magnitud (teniendo en cuenta que no es habitual que eso ocurra)
buenas razones habrá para que tal determinación se haya tomado.
La tarea
comunitaria se basa en la buena fe y la confianza, sin la cual la salud anímica
pierde sustento. El programa apunta a garantizar esa buena fe y esa confianza,
contando para ello con incontables talleres dentro de los cuales las actitudes
de sus miembros se transparentan en el intercambio. Tal el caso de los Talleres
de coordinadores, dentro de los cuales aquellos que tienen grupos a su cargo
transparentan su deseo, su intención, su afán de integrarse a una red de
prójimos o, por el contrario, su deseo de usar egoístamente esa red de prójimos
con la idea de generar su propio emprendimiento individual.
Desde
hace más de 20 años esta manera de compartir ha rendido excelentes frutos. El
espíritu solidario y optimista de los talleres perdura gracias a que cuidamos
su ética a través del intercambio permanente dentro de todos los talleres,
sumando miradas y abriendo juego a la circulación de la perspectiva de todos.
Por eso,
aquel malentendido acerca de lo que debe y no debe hacer el programa merece ser
diluido a fuerza de claridad. Aquí no hay empleados que deban obediencia a los
usuarios, no hay mala praxis profesional en los talleres porque no hay
profesionales en ellos, no hay “abandono de persona” porque siempre hay grupos
dispuestos a acompañar a quien lo requiera y no hay conocimiento profesional de
lo que es enfermedad, porque los vecinos no tienen conocimiento técnico ni
incumbencia en lo que hace a diagnóstico y tratamiento, ya que son eso:
vecinos, que acompañan con buena voluntad las circunstancias de otros vecinos
que se acercan a los talleres.
Entusiasmo,
ganas, solidaridad, paciencia, orden, sentimientos…amor. De eso y más todavía
se nutre el programa a la hora de acompañar a los que se acercan. No es poco,
por cierto, y de allí que tantos hayan pasado y sigan pasando por los talleres.
Entender
lo antedicho hará que se disfrute el paso por el programa, a la vez que, si se
desea otro tipo de servicio, se pueda acudir al área pertinente para lograrlo,
sin pedir al programa lo que no le corresponde como tal ofrecer.
El
malentendido así abre las puertas al disfrutar la compañía de los otros,
ofreciendo y recibiendo, en sano intercambio. Ese intercambio que nutre el amor
social sin el cual nada seríamos, ya que no somos islas, sino red, y acá en el
Pirovano estamos para recordar y poner en práctica esa verdad esencial que nos
constituye.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General