lunes, 19 de mayo de 2014

EL MALENTENDIDO

EDITORIAL


EL MALENTENDIDO

Es habitual que en toda empresa comunitaria existan malentendidos. Nuestro programa no está exento de ellos, si bien permanentemente propiciamos espacios dentro de los cuales podemos apuntar a lograr claridad, acuerdo y aceptación dentro del intercambio vecinal.

Uno de los malentendidos habituales que surgen dentro de nuestro programa es respecto de sus incumbencias y obligaciones. Es esperable este tipo de circunstancia, ya que claramente nuestro programa es diferente en lo que hace a la labor hospitalaria, mayormente definida hacia el plano de lo asistencial y preventivo, mientras que el PSMB  apunta a una labor de promoción de Salud, es decir, trabaja con población sana y, por lo tanto, potente.

Lo antedicho permite entender por qué muchos vecinos se acercan al programa con una actitud de demanda que es pertinente quizás a otro tipo de tareas de salud, ya que lo que aquí hacemos no es psicoterapia, no es asistencia profesional y no remite a las habituales prácticas atinentes a servicios profesionales, dentro de los cuales se ponen en juego protocolos y obligaciones muy distintos a los que corresponden a una tarea de vecinos que tienen a la conversación como fuente de encuentro.

El  encuadre del PSMB está basado en el entusiasmo, la potencia  y la solidaridad, no en la deuda o la demanda. De allí que todas nuestras actividades apunten al intercambio desde lo que se puede, lo que se tiene, lo que se quiere, y no desde lo que falta, se necesita y se exige a modo de demanda. Por eso, ante el malentendido habitual de demandar al programa cuestiones que no hacen a su abordaje de la salud, siempre es bueno remitirse a los principios que posibilitan la existencia de una acción como la que desplegamos, a la vez que los servicios psicoterapéuticos o de asistencia general (por ejemplo, los que tiene el Servicio de Salud Mental del hospital) se hacen cargo de aquello que requiera asistencia profesional, urgencia, o acción preventiva.

En el texto de bienvenida que figura tanto en el boletín como en nuestra página web, se hace público el siguiente texto en relación a la apertura y cierre de talleres:

El Programa, a través de su  sistema de autoridad, evalúa y apuntala la apertura de los talleres, ofreciendo sostén y referente a los animadores, cuidando rigurosamente el espíritu de la tarea convocante y la ética de la misma. En los casos en los que, a través de la labor con los animadores y la autoridad hospitalaria, se perciba que algún coordinador no cumple con los requisitos éticos y operativos esenciales para ser animador, el PSMB lógicamente retirará la pertenencia a dicho animador y, eventualmente, si no fuera posible su reemplazo, cerrará el taller o lo considerará fuera de la red.  En esos casos, pocos por cierto, se les comunica a los usuarios la razón de dicho cierre y se los orienta a qué talleres dentro del programa pueden concurrir. 

Obviamente lo que decimos es que a los talleres los cuidamos, y que por eso nos podemos llamar “programa” y no somos tan sólo un “rejunte” de talleres sin un eje ético que proteja la calidad de los grupos y los asistentes a los mismos.

El programa considera sanas a las personas que asisten a los talleres, no desvalidas o impotentes. Si así no fuera, si se viera en los vecinos a seres carentes, incapaces, frágiles y tan solo víctimas del destino, no podría existir la red de talleres, ya que todos ellos deberían, en ese hipotético caso, remitirse a los servicios asistenciales que tratan la enfermedad o las de protección al desvalido, algo que, insistimos, no es el área de incumbencia de nuestro programa.

Cuando un taller debe cerrarse, por ejemplo, porque su animador no cumple con alguno de los requisitos de nuestro programa, lamentamos la circunstancia, a la vez que confiamos en que los asistentes a dicho taller podrán apuntalarse en otros grupos del programa, entendiendo que si el Comité de Conducción toma una decisión de tal magnitud (teniendo en cuenta que no es habitual que eso ocurra) buenas razones habrá para que tal determinación se haya tomado.

La tarea comunitaria se basa en la buena fe y la confianza, sin la cual la salud anímica pierde sustento. El programa apunta a garantizar esa buena fe y esa confianza, contando para ello con incontables talleres dentro de los cuales las actitudes de sus miembros se transparentan en el intercambio. Tal el caso de los Talleres de coordinadores, dentro de los cuales aquellos que tienen grupos a su cargo transparentan su deseo, su intención, su afán de integrarse a una red de prójimos o, por el contrario, su deseo de usar egoístamente esa red de prójimos con la idea de generar su propio emprendimiento individual.

Desde hace más de 20 años esta manera de compartir ha rendido excelentes frutos. El espíritu solidario y optimista de los talleres perdura gracias a que cuidamos su ética a través del intercambio permanente dentro de todos los talleres, sumando miradas y abriendo juego a la circulación de la perspectiva de todos.

Por eso, aquel malentendido acerca de lo que debe y no debe hacer el programa merece ser diluido a fuerza de claridad. Aquí no hay empleados que deban obediencia a los usuarios, no hay mala praxis profesional en los talleres porque no hay profesionales en ellos, no hay “abandono de persona” porque siempre hay grupos dispuestos a acompañar a quien lo requiera y no hay conocimiento profesional de lo que es enfermedad, porque los vecinos no tienen conocimiento técnico ni incumbencia en lo que hace a diagnóstico y tratamiento, ya que son eso: vecinos, que acompañan con buena voluntad las circunstancias de otros vecinos que se acercan a los talleres.

Entusiasmo, ganas, solidaridad, paciencia, orden, sentimientos…amor. De eso y más todavía se nutre el programa a la hora de acompañar a los que se acercan. No es poco, por cierto, y de allí que tantos hayan pasado y sigan pasando por los talleres.
Entender lo antedicho hará que se disfrute el paso por el programa, a la vez que, si se desea otro tipo de servicio, se pueda acudir al área pertinente para lograrlo, sin pedir al programa lo que no le corresponde como tal ofrecer.

El malentendido así abre las puertas al disfrutar la compañía de los otros, ofreciendo y recibiendo, en sano intercambio. Ese intercambio que nutre el amor social sin el cual nada seríamos, ya que no somos islas, sino red, y acá en el Pirovano estamos para recordar y poner en práctica esa verdad esencial que nos constituye.


                                                                                            MIGUEL ESPECHE
                                                                                          Coordinador General


1 comentario:

Anónimo dijo...

Que pasa cuando un tallerista tiene denuncias de acoso y sigue estando .....