sábado, 23 de noviembre de 2013

EL CAMINO DE LOS SENTIMIENTOS EN EL PIROVANO

Editorial

EL CAMINO DE LOS SENTIMIENTOS EN EL PIROVANO

Llegamos al programa habitados por  sentimientos. Irradian, nos “salen de adentro”, tiñen nuestro pensamiento, se vislumbran en nuestros gestos, nuestras miradas, y, también, se notan en el tono de voz con el que nos dirigimos a los demás.

Tristeza, angustia, rabia, rencor, afecto que desborda y quiere ser compartido…el programa abre los brazos y recibe todo eso que habita en el corazón de los vecinos que se acercan. Ellos, los que vienen y se suman a la fiesta, lo hacen  con ánimo de poner a circular lo que les pasa  en el terreno de las emociones, las que muchas veces atoran el pecho cuando no son compartidas, ya que han sido hechas para circular,  como lo hace el agua para encontrar su máxima pureza.

Las emociones no merecen ser “descargadas” ya que no son deshechos que se excretan, sino que son a la vez raíz y frutos de la pura experiencia. En realidad, los sentimientos no cambian sino que evolucionan, sobre todo, cuando se comparten.

Al tener nuestro programa la premisa de “perseverar en el ser”, es decir, no pretender cambiar a la persona sino ayudarlas a ser “más ella misma”, incorpora la noción de que la cuestión no es la de maldecir algunos sentimientos, intentar amputarlos cirugía mediante, sino que se trata, en todo caso, de ver cómo ese sentir se transforma, al llegar a su esencia a través del intercambio.

Como decíamos años atrás en el taller Penas de Amor, la alegría está hecha con la misma materialidad con la que está hecha la pena. Es el mismo ADN, en diferente estadío de evolución. Un niño no es un adulto fallido….es un niño, y crecerá aprendiendo, intercambiando, nutriéndose de lo que lo rodea, para ser más él, desarrollando al máximo sus potencialidades. Pero….repito, un niño no es un adulto fallido, y hay que honrarlo como tal para que viva bien su momento, y desde allí, camine hacia su porvenir.

Ese es el camino del sentir en el Pirovano. No importa en qué taller ocurre el fenómeno, el hecho de intercambiar ayuda a que circule el sentir y que lo que es dolor o podredumbre, se transforme en fertilizante para nuevas experiencias, sean éstas propias o ajenas. El penar de hoy, mañana es una palabra de aliento para un vecino que sufre, a quien se le da consejo y conocimiento a partir de decirle, con humildad,  “yo estuve allí”.

Por eso quizás muchas veces al encontrarnos en los talleres nos sentimos más nosotros mismos, más allá de que no hayamos “solucionado” el problema. Esto lo he visto palmariamente en casos dolorosísimos de pérdidas por muerte de seres queridos. Nunca hemos podido ni querido resucitar a nadie, pero….hemos acompañado y nos hemos dejado acompañar con ese dolor y allí, ¡oh maravilla! ese dolor toma otro color, se transforma… duele igual, pero distinto…

A la vez, sabiendo que los talleres son para acompañar, no para solucionar, los coordinadores y los compañeros de ruta dentro de un taller se liberan del fetiche del “solucionismo” como meta, para dedicarse a compartir con el mayor amor posible las circunstancias de cada uno y las de todos, sin cargar con responsabilidades que estén fuera de jurisdicción. 

El sentimiento, sea el que sea, tiene un lugar en los talleres. Como tales, no merecen exclusiones. Sentimos lo que sentimos, y ningún juez podrá enjuiciar fácilmente al respecto, aunque sí, convengamos, podrá enjuiciarnos por lo que con esos sentimientos hagamos. Sentir bronca no es punible, pegar una piña sí lo es, y está bien que así sea.

Los sentimientos son lo que son, y lo bueno o malo del asunto es lo que hagamos con ellos. Hace bien que esos sentimientos puedan encontrar un lugar compartido que los saque del exilio. Porque lo que más duele no es el sentir angustia, envidia, rencor o lo que sea, sino el no poder ofrecerle a ese sentimiento una ceremonia, por breve que sea, en la que se lo honre y ofrezca un instante de aceptación. A veces los sentimientos piden eso nomás: un minuto de aceptación que los saque del destierro, y luego, con ese momento de respeto, se trasmutan y se  transforman en una mejor versión de ellos mismos.

Eso pasa con la envidia, la rabia, el rencor, y todos los sentimientos “malditos” que suelen quedar guardados bajo la alfombra del “bienpensar”. Cobijados por el programa, por sus normas y valores, es más fácil encontrar un momento para fluir y dejar salir al común aquellos sentimientos que parecen malditos.

A la vez, algo parecido pasa con tanta ternura, cariño, afán solidario, abrazos y manos dispuestas al compartir, que a veces tampoco encuentran caminos para salir a la luz del sol. Siempre he pensado que la ciudad hierve de amor, pero no encuentra los canales comunicantes para ese amor que, con vasos comunicantes obturados, se tranca en el alma. De hecho, una de las delicias del compartir pirovanense y de tantos otros espacios generosos, es ver brotar ese amor comunitario oculto, para volcarse en una corriente de arterias emocionales que los transforman en tejido social optimista y ganoso. Es lindo vernos saliendo de nuestros exilios para estar con otros, sacando los trapitos al sol, ese sol que todo lo va purificando.

Leer el fenómeno de nuestro programa desde el derrotero de los sentimientos es apasionante. Nada se pierde, todo se transforma, todo se potencia, todo se multiplica o divide, a los fines de mejorar lo que ya somos: humanos de ley, red de afectos, en el camino de  vivir en la mayor de las plenitudes.

                                                                       MIGUEL ESPECHE

                                                                      Coordinador General

jueves, 19 de septiembre de 2013

Tercer Encuentro de Prácticas Comunitarias en Salud


EL CAMINO DE LOS SENTIMIENTOS EN EL PIROVANO

Llegamos al programa habitados por  sentimientos. Irradian, nos “salen de adentro”, tiñen nuestro pensamiento, se vislumbran en nuestros gestos, nuestras miradas, y, también, se notan en el tono de voz con el que nos dirigimos a los demás.
Tristeza, angustia, rabia, rencor, afecto que desborda y quiere ser compartido…el programa abre los brazos y recibe todo eso que habita en el corazón de los vecinos que se acercan. Ellos, los que vienen y se suman a la fiesta, lo hacen  con ánimo de poner a circular lo que les pasa  en el terreno de las emociones, las que muchas veces atoran el pecho cuando no son compartidas, ya que han sido hechas para circular,  como lo hace el agua para encontrar su máxima pureza.
Las emociones no merecen ser “descargadas” ya que no son deshechos que se excretan, sino que son a la vez raíz y frutos de la pura experiencia. En realidad, los sentimientos no cambian sino que evolucionan, sobre todo, cuando se comparten.
Al tener nuestro programa la premisa de “perseverar en el ser”, es decir, no pretender cambiar a la persona sino ayudarlas a ser “más ella misma”, incorpora la noción de que la cuestión no es la de maldecir algunos sentimientos, intentar amputarlos cirugía mediante, sino que se trata, en todo caso, de ver cómo ese sentir se transforma, al llegar a su esencia a través del intercambio.
Como decíamos años atrás en el taller Penas de Amor, la alegría está hecha con la misma materialidad con la que está hecha la pena. Es el mismo ADN, en diferente estadío de evolución. Un niño no es un adulto fallido….es un niño, y crecerá aprendiendo, intercambiando, nutriéndose de lo que lo rodea, para ser más él, desarrollando al máximo sus potencialidades. Pero….repito, un niño no es un adulto fallido, y hay que honrarlo como tal para que viva bien su momento, y desde allí, camine hacia su porvenir.
Ese es el camino del sentir en el Pirovano. No importa en qué taller ocurre el fenómeno, el hecho de intercambiar ayuda a que circule el sentir y que lo que es dolor o podredumbre, se transforme en fertilizante para nuevas experiencias, sean éstas propias o ajenas. El penar de hoy, mañana es una palabra de aliento para un vecino que sufre, a quien se le da consejo y conocimiento a partir de decirle, con humildad,  “yo estuve allí”.
Por eso quizás muchas veces al encontrarnos en los talleres nos sentimos más nosotros mismos, más allá de que no hayamos “solucionado” el problema. Esto lo he visto palmariamente en casos dolorosísimos de pérdidas por muerte de seres queridos. Nunca hemos podido ni querido resucitar a nadie, pero….hemos acompañado y nos hemos dejado acompañar con ese dolor y allí, ¡oh maravilla! ese dolor toma otro color, se transforma… duele igual, pero distinto…
A la vez, sabiendo que los talleres son para acompañar, no para solucionar, los coordinadores y los compañeros de ruta dentro de un taller se liberan del fetiche del “solucionismo” como meta, para dedicarse a compartir con el mayor amor posible las circunstancias de cada uno y las de todos, sin cargar con responsabilidades que estén fuera de jurisdicción.
 El sentimiento, sea el que sea, tiene un lugar en los talleres. Como tales, no merecen exclusiones. Sentimos lo que sentimos, y ningún juez podrá enjuiciar fácilmente al respecto, aunque sí, convengamos, podrá enjuiciarnos por lo que con esos sentimientos hagamos. Sentir bronca no es punible, pegar una piña sí lo es, y está bien que así sea.
Los sentimientos son lo que son, y lo bueno o malo del asunto es lo que hagamos con ellos. Hace bien que esos sentimientos puedan encontrar un lugar compartido que los saque del exilio. Porque lo que más duele no es el sentir angustia, envidia, rencor o lo que sea, sino el no poder ofrecerle a ese sentimiento una ceremonia, por breve que sea, en la que se lo honre y ofrezca un instante de aceptación. A veces los sentimientos piden eso nomás: un minuto de aceptación que los saque del destierro, y luego, con ese momento de respeto, se trasmutan y se  transforman en una mejor versión de ellos mismos.
Eso pasa con la envidia, la rabia, el rencor, y todos los sentimientos “malditos” que suelen quedar guardados bajo la alfombra del “bienpensar”. Cobijados por el programa, por sus normas y valores, es más fácil encontrar un momento para fluir y dejar salir al común aquellos sentimientos que parecen malditos.
A la vez, algo parecido pasa con tanta ternura, cariño, afán solidario, abrazos y manos dispuestas al compartir, que a veces tampoco encuentran caminos para salir a la luz del sol. Siempre he pensado que la ciudad hierve de amor, pero no encuentra los canales comunicantes para ese amor que, con vasos comunicantes obturados, se tranca en el alma. De hecho, una de las delicias del compartir pirovanense y de tantos otros espacios generosos, es ver brotar ese amor comunitario oculto, para volcarse en una corriente de arterias emocionales que los transforman en tejido social optimista y ganoso. Es lindo vernos saliendo de nuestros exilios para estar con otros, sacando los trapitos al sol, ese sol que todo lo va purificando.
Leer el fenómeno de nuestro programa desde el derrotero de los sentimientos es apasionante. Nada se pierde, todo se transforma, todo se potencia, todo se multiplica o divide, a los fines de mejorar lo que ya somos: humanos de ley, red de afectos, en el camino de  vivir en la mayor de las plenitudes.

                                                                            MIGUEL ESPECHE

                                                                          Coordinador General

Matrimonios y algo más


Aceptar....


Emociones a través del dibujo


martes, 3 de septiembre de 2013

¡Vivir la casa!

Comparto  con ustedes ...


La casa importa por las interacciones y los vínculos  que ahí se desarrollan El equipamiento y los objetos  de la casa pueden confirmar esto, lo que realmente impacta en el recuerdo es el factor “clave de amor” que se ha vivido allí.
Sin duda que vivir la casa, ser consciente de estar en un espacio que verdaderamente nos refleja  produce una relación de pertenencia increíblemente fuerte.

Nuestra casa es un escenario donde se  VIVE  . 
Por lo tanto  organizar, diseñar  y experimentar nuestra vivienda    equivale  a  escribir   el relato de nuestra propia vida.

 Mariana Klein
Taller ¡Vivir la casa!
Jueves 15:30hs Guido Bar

lunes, 5 de agosto de 2013

UN CACHITO DE MUNDO

Editorial

UN CACHITO DE MUNDO

Varios años atrás, un vecino de apellido Maiuzzo, acuñó la expresión “un cachito de Utopía” al describir nuestro Programa de Salud Mental Barrial.
Es verdad: hay cosas que pasan dentro de los grupos que nos hacen percibir un área de nuestra humanidad que no siempre es tan fácil de ver en el trajín cotidiano.
 Me refiero a esos momentos en los que algo del orden de lo sagrado es atisbado a través de gestos solidarios, de palabras que se vuelcan para decir lo nunca antes dicho, de oídos y corazones que están dispuestos a abrirse ante el sentir de los otros, situaciones que solamente ocurren cuando el miedo queda de lado, al menos un rato, gracias al estilo de encuentros que nuestro programa promueve.
Ese “cachito de Utopía” sigue vigente hoy, y lo saben bien quienes transitan los talleres y ven lo que puede hacer el vecindario cuando valora su capacidad y se ofrece en la solidaridad del intercambio. La gente habla, se entrelaza, se ayuda, se acompaña, se divierte, se enamora, y se apasiona, y también, encuentra fuerza y crecimiento en los innumerables conflictos, chusmeríos, riesgos que transparentan, también, parte de lo que somos.
Es que el Programa es una parte del mundo organizada al “uso nostro”, pero que no deja de ser mundo más allá de sus particularidades. Por eso me gusta pensar que eso tan vital y lindo que vemos a diario en los talleres, es un saludable y fecundo reflejo de lo que somos como sociedad, no un espacio de excepción, ajeno a lo que somos más allá de los talleres.
Me gusta pensarlo así, entendiendo que el Programa es simplemente una lámina en la que podemos ver y vivir, con mayor claridad y cercanía,  aspectos de nuestra vida comunitaria más abarcativa. De hecho, creo que las virtudes que tenemos como comunidad abundan, solo que no encuentran cauces confiables y organizados, y tampoco láminas que las reflejen y hagan visibles con igual énfasis que las láminas que muestran nuestras cotidianas pesadillas y bajezas.
El programa, en ese sentido, no es solamente  un “cachito de Utopía” sino que es “un cachito de Mundo”. En tal sentido, es importante entender que es un espacio representativo que se “disfraza” de excepcional ya que, para el que sabe ver, las cosas que hacemos en él pasan, también, en los barrios.

Veía hace un rato un capítulo de un breve programa de TV llamado “Varieté”. Se trata de una seguidilla de documentales de diversas situaciones comunitarias que van desde una fiesta tradicional de algún pueblo a mostrar un día en la costanera porteña con sus pescadores y observadores de aviones,  pasando por reuniones multitudinarias para bailar danzas folklóricas o festejar la existencia del salame, además de otras situaciones similares en las que la gente se reúne y disfruta en comunidad.
 El programa de hoy, por ejemplo, refería a  semblanzas de hombres y mujeres que realizan oficios en la localidad de Diamante, Entre Ríos, en donde los pescadores, los afiladores, los panaderos, el sodero, eran filmados con conmovedora intimidad, en interacción con la gente de su comunidad.
Al mirar como se relacionaban, pensaba que hay redes humanas por todos lados, y que la frescura de los vecinos sigue siendo más fuerte que las oscuridades de esos mismos vecinos, que de alguna manera son un reflejo de todos nosotros.

 Lo que pasa es que las noticias y nuestra manera de relatar las cosas de la vida apuntan a la sordidez más que a este tipo de situaciones vitales que vivimos cada día.
La excepción de este documental al que refiero, que sintoniza a mi gusto de manera maravillosa con la vitalidad de las personas y de las comunidades,  no me impide decir que es muy difícil mostrar que el mundo también, y sobre todo, es potencia, es ganas, es alegría y capacidad para revertir dolores y abismos.
Pero quien sepa ver, verá que en los talleres ocurren cosas que también ocurren en otros lados, sólo que acá está más concentrado y con más fácil acceso. En esa sintonía Carlos Campelo decía que a veces el objetivo de un programa como el nuestro era el propiciar que alguien apagara la televisión y viniera a compartirse con otros, en un lugar que tiene puertas de entrada algo más anchas que otros espacios de nuestra vida social.
Es lindo pensarlo así, y es verdadero, además. Por eso el mundo se nos muestra a través de lo que hacemos en el Pirovano, y no es escaparnos de ese mundo lo que buscamos en este espacio, sino, por el contrario,  queremos encontrarnos con ese mundo en los talleres, para luego saberlo también ver en nuestra vida de cada día.


                                                                                  MIGUEL ESPECHE

                                                                                    Coordinador General

Vivir la Casa

ARRANCAMOS EL PRÓXIMO JUEVES 8!!!
LOS ESPERO, DIFUNDANLO MUCHO!!!!!!

 
¡VIVIR LA CASA !                                                                          
 ( ese espacio que nos refleja)

 Coordina: Mariana Chalcoff
Jueves   15.30hs a 17hs              

Lugar:  Guido Bar,  Monroe 3548
Fecha de Inicio:   jueves 8/8/2013
Fecha de Cierre: 7/11/2013

PARTICIPACION LIBRE Y GRATUITA