El sábado 9 de abril murió Mariángeles Altube.
Todos conocemos ese tipo de sentimientos que abruman la palabra , que la dejan chiquita, como un balbuceo a la hora de expresar lo que está ahí, en el corazón.
Bueno, pido que se evoquen ese tipo de sentimientos al leer las líneas con las que pretendo homenajear a una persona muy pero muy buena, de una nobleza fuera de lo habitual, quien nos acompañó desde hace muchísimo en el Programa ocupando un lugar de referencia que nunca pretendió, pero que tenía de generosa que era nomás.
Hizo muchas cosas dentro del programa, pero una que evoco acá es la de ser parte del taller que culminó con la publicación del libro con los textos de Carlos Campelo. Y lo evoco (cada uno de los que la conocieron tendrá su recuerdo favorito) porque en aquel entonces hubo chispas entre Mariángeles y yo por desacuerdos “del momento”. ¡Vaya si le ponía pasión a sus cosas Mariángeles!, tenía sus razones, yo las mías, y así fue ella a poner todo sobre la mesa, de frente, con una transparencia e integridad como pocas veces he visto, transitando lo que había que transitar para hacer efectivo aquel “juntos aunque no estemos de acuerdo”. Y lo transitamos, sin duda, en buena ley...y juntos.
Evoco lo anterior no porque sea lo más importante, sino porque fue allí donde corroboré que Mariángeles era buena gente hasta el caracú. Lo había vislumbrado cuando ella transparentaba sus sentimientos en los grupos, cuando la ví transitar su enfermedad (la primera vez que surgieron los síntomas, que superó en su momento) y en las centenares sino miles de horas compartidas en innumerables talleres, llenos de anécdotas y vivencias cotidianas y vecinales tan propias de los grupos de nuestro programa.
Quería decir que estamos tristes por más que se haya ido en buena ley, con el alma en orden y la posmortalidad asegurada. Tristes, pero acompañados para siempre por su recuerdo.
Para imagen final, elijo la de ella comiendo un enorme flan en medio de nuestra reunión de Comité. Una foto de ese momento inolvidable está en el blog junto a una editorial dedicada a su sonrisa golosa. (http://talleresdelpirovano.blogspot.com/search?q=flan). Se reía mientras lo comía y era fotografiada. Y así debe seguir, riéndose y ayudando a Campelo a tallerear por los barrios de por allá.
¡Salud Mariángeles! Gracias por compartir tantos momentos y dejarnos esos pedacitos de alma para que te evoquemos con alegría.
MIGUEL ESPECHE
Coordinador General
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