martes, 9 de abril de 2013

MALDITA INUNDACIÓN


Las inundaciones han lastimado. Las casas fueron invadidas por el agua, la que entró a traición en dormitorios, cocinas, livings, etc., llevándose muebles, televisores, ropa y recuerdos guardados desde hacía generaciones, de esos que no se recuperan, como las fotos de los abuelos o las viejas cartas de amor.

El agua fue implacable y mató gente. En dormitorios, en sus autos…¡qué tristeza pensar en eso!,  en ese destino  que arrebató a tantos que lo sufrieron. ¡Maldita agua!

El primer día del drama fue en Belgrano, Coghlan, Saavedra (los barrios del hospital Pirovano) y muchos otros lugares capitalinos. Al siguiente, La Plata, pero también La Matanza, San Fernando, y tantísimas otras localidades, con miles y miles de historias de tristeza y angustia que superan la posibilidad emocional de abarcarlas sin sentir que es demasiado para poderlo bancar sin también ahogarnos de pena.

Conmovida, la gente empezó a ayudar. Salió a la luz lo que siempre está y que nosotros, dentro del programa, sabemos bien que existe: la solidaridad. Como todo fenómeno humano, viene mezclado (de vedetismo, de alguna hipocresía…) pero, de fondo, salió una de las características sociales más ocultadas en esta época de metódico escepticismo: la buena vecindad, el amor comunitario. Apareció esa nobleza social que se nos oculta a la conciencia con tanta permanente descripción del infierno que vemos día a día en los medios.

La idea, frente a esta calamidad y al despertar solidario concomitante, fue ofrecernos  como red de ayuda mutua para acompañar. Todos los talleres del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano son, potencialmente, un lugar para recibir a los vecinos que sufrieron en carne propia la inundación.

Seguramente varios de nuestros coordinadores y vecinos participantes en los grupos han sufrido al agua en sus casas, han vivido el apagón, han visto flotar sus pertenencias en medio de la impotencia. Eso no lo podemos remediar, recordando que, aunque a veces quisiéramos ser Superman, nuestro programa no está para remediar nada, solamente para acompañar con el corazón a los vecinos, apuntando a la potencia de lo comunitario como valor esencial dentro del cual todos participamos y tomamos fuerzas.

Acompañar en el sentir, estar allí, disponibles, es nuestro lugar y nuestro deseo. Quizás hagamos algún taller específico un poco más adelante para los que vivieron la pesadilla, o quizás no haga falta, porque los “canales aliviadores” de la  red de talleres posiblemente absorban por sí mismos a quienes elijan arrimarse al fogón pirovanense a compartir su pena y a recibir la tibieza que vence al frío del agua y la humedad.

Hay una frase de G.K. Chesterton que he recordado estos días. Dice así:


"El modo de atenuar la pena es magnificándola. La manera de afrontar una crisis penosa es insistiendo mucho en que se trata de una crisis; hay que permitir a la gente que se siente triste que por lo menos se sienta importante".

 El dolor es parte de nuestra potencia, no de nuestra impotencia. Por eso estamos dispuestos a recibirlo y compartirlo acá en el programa dándole, como aconseja Chesterton,  la importancia que se merece, ofreciéndole un lugar de calidez.
Queremos que acá, en nuestra red de talleres, esa pena encuentre reparo, humanidad y fraterna compañía, para reiniciar el camino con fuerzas nuevas, antes impensadas.


                                                                                  MIGUEL ESPECHE
                                             Coordinador General

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