lunes, 22 de diciembre de 2014

LA ALDEA

EDITORIAL 

LA ALDEA 

Cada vez  que estoy en el hospital o sus adyacencias, saludo gente.
 En la vereda, en los pasillos del hospital, en los bares aledaños…  con gestos, con un “chau” o con besos y apretones de manos, ese andar se “afectiviza”, se llena de rostros de personas que, de distintas maneras, le dan humanidad y nombre a mi andar.

Algo parecido ocurre en los pueblos chicos, en donde el anonimato no existe, todos saben el nombre de todos y saludan, mucho, durante todo el día, ya que cada transeunte es un vecino que tiene nombre e historia compartida.

Verdad es que no vamos a idealizar a los “pueblos chicos”  y que eso de nunca pasar desapercibido puede ser medio pesado en ocasiones, pero la verdad es que, cuando uno es engullido por la gran ciudad, ve miles de personas por día, pero saluda menos que si estuviera viviendo en una pequeña aldea.

El Programa de Salud Mental Barrial quizás cumpla esa función…la de aldea. Quizás sea un espacio en el que podemos honrar esa cualidad aldeana que nos pide ser parte de una “red social” real, no virtual, en donde se despliegue lo que somos, y en la cual podamos encontrar afinidades, afectos, discusiones, chismerío e historias, muchas historias humanas que compartir, esas que son “la sal de la vida”.

No se trata solamente de los talleres, sino de la red de grupos, de las interacciones que se dan cuando de ser islas pasamos a formar parte de un archipiélago, como decía Thomas Merton, un interesante autor que tenía intuiciones similares a las que forjaron nuestro programa.

No es que somos todos amigos, ya que no se trata de solamente vivir lo placentero y amable,  sino que a veces pertenecer a nuestra “aldea” nos permite tener también enemigos, rivales, peleas, reconciliaciones, entendidos y malentendidos, pero siempre juntos,  para que la novela de nuestra vida sea más interesante que un campo sembrado con monocultivo.

La ciudad es, justamente, un espacio de soledades compartidas si no nos movemos para despertar a nuestra humanidad “aldeana”, esa que nos da nombre, lugar, afecto, pertenencia y la agradable noción de que existimos en un espacio que va más allá de nosotros mismos, por eso de estar en el corazón de nuestros compañeros de ruta.

Los edificios a veces son altos y fríos, las veredas a veces están tomadas por el miedo, los parientes viven lejos, la vida nos llevó por lugares nuevos y por eso quedó atrás el lugar de nuestro origen… Si lo miro desde un tinte melancólico, de cierta manera la ciudad es un espacio de exilios, porque nos llama a alejarnos del afecto, nos convoca a producir bienes y servicios sin pausa, nos parapeta, y nos hace desconfiados…

Si, ya sé, lo anterior es, como dije, una mirada un poco árida de esta ciudad de Buenos Aires, pero nadie puede decir que no es parte de lo real, si bien esa idea del exilio no honra algunas ricas posibilidades que la ciudad nos ofrece.

El programa es, justamente, una posibilidad que la gran urbe ofrece para recrear la aldea, la red de afectos, la pertenencia, la referencia que nos nombra y da sentido, sacándonos del exilio mencionado. Es un reflejo de esa Patria, que es, a la vez, el otro que está con nosotros, y el universo de nuestra interioridad, de la cual a veces huimos por eso de ser “duros” en un mundo desangelado.

Los talleres son esos fueguitos que mantienen el calor de lo comunitario, en clave intimista. Y la unión de esos talleres forja una aldea silenciosa, con gente que se conoce, con historias que circulan, con amores furtivos o no, con rencores que podrían escribirse en la más negra de las novelas a la vez que, con otra mirada, podrían formar parte de la más cómica comedia costumbrista. Y lo lindo es que nos permite ser protagonistas de eso, no solamente espectadores.

Es verdad que la ciudad tiene otros lugares que también ofrecen pertenencia. Pero éste es, a mi gusto, de los más lindos. Es una linda aldea la del Programa de Salud Mental Barrial. Al ver los rostros, los afectos, al escuchar las historias, los chismes, las epopeyas y las tragedias que habitan este territorio, me da alegría la fortuna de ser habitante de este pueblo y su peculiar trama.

Eso es salud…también. Salud espiritual, cultural, emocional, nacional, aldeana… Es reconocer la raíz aldeana de nuestra humanidad, ya que sin ella viene el antes mencionado exilio, el que nunca podrá ser compensado con teorías o devaneos retóricos.

Desde esa aldea, creceremos y haremos nuestra vida. El hospital hospitalario, el Pirovano, ofrece esa oportunidad de ser con otros…ofrece la oportunidad de saludar gente, saber nombres, tejer historias y sabernos habitantes en el corazón de otros, esos otros que, a su vez, habitan en nuestro corazón y son nuestro tesoro más preciado.


MIGUEL ESPECHE

Coordinador General

jueves, 13 de noviembre de 2014

MEMORIOSO

Hola Compañeras:  Adjunto les mando un escrito hecho por un integrante del taller Nuestra Vida Después de los 70 Años.  Su lectura ya fue compartida en el taller hace unas semanas. Se trata de un integrante de 84 años, lúcido y con un envidiable sentido del humor y una mirada siempre positiva sobre todos los temas, muy querido en el grupo e integrante de otros talleres.
Creo que es una pequeña joya de optimismo y vale la pena que se conozca en el programa. Si fuera posible, les pido su publicación en el blog de la página y en el próximo boletín.
Gracias desde ya, besos y abrazos.
Carlos Montes. Animador Taller “Nuestra vida después de los 70 años”


MEMORIOSO

Ayer un vecino me dijo que estaba yendo a un taller para la memoria, me dio un poco de lástima por él, será por lo bien que yo recuerdo todo, lo cual también tiene su desventaja pues me hace ver lo mucho y mal que han cambiado las cosas estos últimos 70 años, desde que yo era un pibe.

La luz del sol, por ejemplo, ya no es la misma, es más débil, las cosas lejanas se ven borrosas, y las cercanas también, como las letras, las cuales inclusive son más difíciles de entender porque ahora se escribe más confuso.  Lo mismo sucede con las horas, el minuto actual dura la mitad que antes, y lo sé porque antes tardaba 1 y ½ minuto para hacer una cuadra y ahora tardo 3!

Y ni qué decir de la gente, especialmente las mujeres a quienes antes había cortejado mucho para conquistarlas y ahora te ceden el paso amablemente y apenas subís al colectivo te dan el asiento con una sonrisa, la verdad que no lo entiendo.

Y mucho menos a mis amigos, antes estábamos en el romanticismo y ahora se la pasan hablando del reuma-ticismo!  Recuerdo que formábamos una banda y siempre estábamos en “nosotros” tal cosa y “nosotros” tal otra, ahora son todos socios de un llamado PAMI y están con el PAMI de aquí, PAMI de allá.

Y por último esto de la moda:  hay que escapar del alemán y que la manera de saber si te alcanzó o no, si te olvidaste dónde dejaste la llave no importa, si no sabés para qué sirve una llave ya te alcanzó.  Yo estoy retranquilo,  pero me da curiosidad:  ¿Qué demonios es una llave?


                                                                                            JOSEGE


                                                  Integrante del taller “Nuestra vida después de los 70 años”

lunes, 29 de septiembre de 2014

Mis limitaciones, sábados 17 hs.


invitacion a un nuevo taller

-- Cuando estaba buscando el nombre del taller, por esa "sincronicidad" que nos habla Felisa, comence a "ver" varios articulos de diarios y mensajes en la radio que hablaban del mismo tema.
  •  De todos los caminos que se abrian a los (20) años, los que yo elegi fueron los mejores (?)
  •  Que otras alternativas tenia (?)
  • - Que deseo (frustracion) guardo en mi interior por algo no realizado (?)
  • - A mis actuales años (70) en este momento de mi vida, de esa "carpeta" de sueños o deseos incumplidos, que es lo que tengo "ganas de hacer (?).

-- Es una busqueda (interna) de mi historia de vida. Como muchos (hijos de inmigrantes), el sueño de "mi hijo el doctor" fue cumplido por mi,y la pregunta es cuanto hay de mi en esta decision de vida
-- Como siempre para mi caso, hay muchas preguntas y pocas respuestas, que quiero compartir con Uds, vecinos "pirovanenses", todos los martes a partir de las 18.30 hs en el Bar Fame (Av. Cabildo 2921) a partir del 21 de octubre
#- La idea es con otros , revisar esa "carpeta" de sueños y ver para esta etapa de nuestra existencia , cuales pueden transformarse en una realidad.

(animador carlos amorin del taller de felisa/viernes 14 hs)
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lunes, 15 de septiembre de 2014

AL MAESTRO AGRADECIDOS

EDITORIAL


AL MAESTRO AGRADECIDOS


Por esas casualidades, al iniciar estas líneas y tras escribir el título, me doy cuenta de que  justo lo hago en el día del Maestro, siendo que “maestro” fue el título que orgullosamente ostentaba Carlos Campelo, el fundador del Programa Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano, de cuyo fallecimiento el día 15 de septiembre se cumplieron 17 años.

Queremos homenajearlo en estas líneas, lo que significa revivir  de manera agradecida el valioso legado de alguien que hoy no está con nosotros, pero que sentimos presente cada día. Carlos Campelo, aquel psicólogo de planta del hospital, usó la ley  y no la transgresión como “revolucionaria” manera de promover la salud, generando así una experiencia que sigue haciendo historia en nuestro país a la hora de hablar de Salud Mental y de comunidad.

Siempre a la hora de honrar su memoria es bueno tener presentes a quienes no lo conocieron. Muchos coordinadores y vecinos que hoy transitan los talleres de nuestro programa no conocieron a Campelo más que de mentas, o, (y ésta es la vía más valiosa) a través de su obra. Por eso, desde su fallecimiento hemos evitado sobrevalorar el hecho de haberlo conocido, siendo que lo esencial es valorar los principios que le dieron corazón a la experiencia comunitaria y de salud que él propuso y que hoy continúa viva. No apostamos tampoco al endiosamiento de su figura, y eso es algo que repetimos en toda ocasión ya que considero que marca la vitalidad actual de la red de grupos, dado que todos hemos asumido algo de la grandeza de nuestro fundador sin que el ideal compitiera con nuestra realidad.

En lo personal, esta manera de “entrañar” a Carlos Campelo me ayudó a no “acomplejarme” frente a su indudable genialidad y sabiduría que,  con  generosidad, Carlos desparramaba mientras paseaba por los pasillos del hospital, compartiendo palabras con tantos que se cruzaban por su camino, a quienes les daba siempre alguna frase llena de energía, nunca un lugar común o una idea prefabricada.

El programa, a instancias de Campelo, siempre utilizó la “metáfora del padre” a la hora de hablar de sus cosas. El lugar del coordinador, por ejemplo, sirvió muchas veces para que  pensáramos en lo que significa conducir con autoridad cualquier experiencia, ya que, por ejemplo, lo que  nos ocurre al animar un grupo tiene muchas e interesantes similitudes con lo que nos pasa en casa, con nuestros hijos.

Campelo es, en ese sentido, el padre del programa. Es un padre “entrañado” como él solía decir, es decir, un padre que se lleva dentro y forma parte de lo que somos, de nuestras acciones, de nuestros acontecimientos. Y tan entrañado está que, aun quienes no lo conocieron, sin casi saberlo están honrando su memoria al apelar a valores que él ayudó a sembrar y cosechar en un ámbito comunitario.

Uno quisiera que los propios hijos vivieran así nuestra partida: que nos entrañen, que les sirva lo que con ellos compartimos para ejercer su libertad, su creatividad, su coraje….
Suele ser grato para mí ver que, a la hora de escuchar los recuerdos de Campelo de boca de sus compañeros antiguos, los “nuevos” disfrutan. Me da la impresión de que eso indica que la evocación es viva, no melancólica ni parte de alguna ostentación por parte de quienes tuvimos la suerte de conocerlo y tenerlo cerca.

En esos momentos en los que emergen naturalmente los recuerdos, me doy cuenta que no nos vamos al pasado, sino que traemos al presente aquello vivido y lo hacemos válido en el hoy. Por eso los que no estuvieron allí suelen disfrutar y sentir que los relatos no son una galería de viejas fotos llenas de polvo y melancolía, sino que son  escenas de cosas que hoy valen mucho a modo de ejemplo, estímulo y referencia. 

Personalmente mi gratitud a Campelo es infinita y esencial. Fue quien me permitió percibir la unión entre la acción y la inteligencia cuando me decía que no siempre hay que “parar para pensar” sino que el hacer es, también, un pensar. Asimismo, al hablar de grupos, de comunidad, de salud como potencia y no como carencia, me sacó del exilio que muchas veces signa a quienes han abrazado una profesión y se quedan enredados en un lenguaje ajeno al de su comunidad y una mirada “tribunera” de la experiencia. Con Campelo aprendí que nada de lo humano me es ajeno, y que compartir esa humanidad es salud en estado puro.

Tantas cosas…los recuerdos aparecen de a muchos, demasiados para estas líneas. Y son todos recuerdos que ofrecen y dan, no que quitan y saquean el presente. Porque la vitalidad de Campelo contagiaba y aun contagia cuando lo evocamos. Sus ideas son claras, sus emociones transparentes, y lo que sabía él lo daba, con ganas de que entendiéramos, sin mezquindades ni  erudiciones narcisistas, con el arte de los buenos maestros.

Lo han llamado ególatra, tirano, autoritario, charlatán, violento…, palabras que, él diría,  “algo de razón tendrían”. Él compartía lo que era en el contexto de los grupos, que lo apasionaban. En ese compartir, como nos pasa a todos los humanos en los grupos que funcionan desde la generosidad, lo que parece malo se hace fecundo al transformarse en palabra y abrazo. No era un hombre pasteurizado ni siempre amable, no era de esos que pasan desapercibidos en las reuniones, no siempre era fácil, pero compartía todo, y con esa energía compartida y honesta movía un universo entero.

Siempre lo digo: al árbol se lo conoce por sus frutos. Y muchos creemos y sentimos que el fruto de lo que Campelo propuso se ve en unos lindos talleres que, de manera numerosa y potente, contagian salud por los pasillos y adyacencias del hospital Pirovano, y  más lejos también.

Campelo ya tiene plaza, tiene pos mortalidad (como él quería) y tiene el amor de quienes lo evocamos. Argentina parió un Campelo, se gestó entre nosotros, creció acá, con el mismo ADN que los que hoy estamos en este pago. Evocarlo y homenajearlo también es honrar lo que somos, sobre todo, cuando el agobio toca a la puerta y el descorazonamiento pide su tajada.

Agradecidos de tenerlo de referente y de espejo, seguiremos caminando, generando más de ese ADN anímico del bueno que nos anima. Acá estamos, contentos de vivir esta experiencia, con Campelo entrañado y sabiendo que sus virtudes despiertan a las nuestras, mientras seguimos el camino con ganas inagotables.


MIGUEL ESPECHE

Coordinador General

jueves, 28 de agosto de 2014

Re-conociendo-nos en Bs.As.

El Taller que animo, Re-conociendo-nos en Bs.As., tiene la característica de cambiar en cada reunión, de lugar físico. 

La primer parte del tiempo, recorremos un museo, palacio, jardín, barco, atelier, confitería emblemática, etc. acompañados por un guía del lugar, que nos permite una mirada nueva de ese espacio.  

Generalmente, y sobre todo cuando mencionamos que pertenecemos a los "Talleres del Pirovano", la visita es gratuita.  En ocasiones nos solicitan el pago de una entrada, que sirve al mantenimiento del lugar.  En la segunda parte, vamos a un café cercano a la visita y es allí dónde realmente el  Taller se "anima".  Es increíble cómo sirve de "disparador" el recorrido previo y las reuniones son entretenidas y profundas. 

El Taller tiene lugar el 2º y 4º miércoles de cada mes a las 15hs. Al finalizar nos vamos con la sensación de que cada encuentro nos enriquece intelectual y emocionalmente. Espero con estas líneas y el Link con las visitas, despertar la curiosidad de los que las lean y nos acompañen a seguir Re-conociendo-nos en Bs.As.

                               Marion Lux (Animadora)


Entrando en este link podrás ver la fotos del encuentro realizado el 13 de Agosto, en el Museo de Arte Decorativo con la muestra sobre "el glamour y elegancia en el cine argentino". Además tenés acceso al resto de las visitas del Taller, cariños, Marion.

Nuevo taller "Salud y crecimiento" invita

Los invito a acompañarme en el nuevo “ Taller de salud y crecimiento ”que comencé a coordinar dentro del Programa.

Un espacio para trabajar con nuestras emociones, para pensarnos y dejarnos habitar por los otros, quienes son nuestros compañeros de ruta.

¿Y de trata un taller de “ salud y crecimiento ”? De trabajar con nosotros mismos, acompañados y acompañando por el grupo , tomando miradas, escuchando distintas historias , resonando con sus relatos, sumando verduras al exquisito caldo de vida.

Octavio Paz , gran escritor mexicano escribió en un poema titulado “Piedra del sol que resume de manera simple pero intensamente bella el porqué de trabajarnos junto a otros:

….“los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que se pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,” ...


Versos que hablan mucho más que mil palabras.
Los miércoles a las 17.15 hs en el Bar Lo Di Carlo en Monroe 3499  ( a partir del miércoles 3 de setiembre) .

¡Serán ustedes Bienvenidos!!

Coordina Mariana Chalcoff

El taller de crochet invita.....


lunes, 21 de julio de 2014

LOS TALLERES COMO CEREMONIA

EDITORIAL


LOS TALLERES COMO CEREMONIA


Hace algunas semanas nos dimos cuenta que los talleres son como ceremonias. Nos percatamos de ello en el grupo de animadores de los viernes a la mañana, cuando pensábamos y hablábamos de cómo vivimos esas experiencias que, semanalmente (casi todos los talleres son de frecuencia semanal) nos reúnen en un tiempo y en un espacio determinado para compartir algo de nosotros.

Ocurre que cuando vemos al grupo como una cantidad de gente que se junta cuando logramos “manejar” las cosas de forma tal que “reclutamos” una determinada cantidad de individuos, las cosas se vuelven opacas, “técnicas” ,y todo pareciera abrir las puertas al marketing, al encontrar el título que “pegue”, a percibir la demanda y pretender satisfacerla… todo menos percibir en el grupo un espacio de vida con alma incluida, alma sin la cual no habría razón de ser para toda esta movida de los talleres.

Por eso lo de ceremonia. Es que sin duda hay algo de ritual en nuestros talleres: ubicamos las sillas, nos saludamos, confiamos en que el encuentro se realizará ese día y en ese lugar, tenemos una serie de formas que respetamos… todo en derredor de un propósito bueno, saludable, que sobrevuela por sobre esa reunión de vecinos con ganas de compartir.

 Hay un ritmo en el taller, una cadencia, una suerte de música emocional que se va forjando a medida que el grupo se afianza, las personas se conocen, tanto a sí mismas como a los que acompañan en el viaje grupal. Las ceremonias son así, una alianza entre lo predecible y lo profundo, entre el acto que se repite siempre igual, y la aventura de ahondar en las cosas humanas, compartiendo con otros.

Toda ceremonia tiene su “alma”, ese intangible que le ofrece eje y sentido. Quizás el nuestro sea el deseo de salud, de acompañamiento, de bien común… Hay un sentido profundo que entrelaza, aunque sea por esa hora y media, el destino de quienes están allí, en el taller. De hecho, ya que se confíe en que el taller está allí, en ese horario, en ese lugar, con ese coordinador y perteneciendo a esa red de salud, ya eso, digo, sana, acompaña, sosiega, durante el tiempo en el que no se está en el grupo. Es como el faro, que te guía aun cuando no estés cerca de él, aun cuando por momentos se apaga, vos sabes que existe luz, y eso ya te libera del totalitarismo de la oscuridad.

Mil veces imagino a los talleres como reuniones que se realizan en derredor de un fueguito, o de una mesa en la que se comparten  alimentos…son formas que aparecen en mi mente a la hora de imaginar eso que ocurre en nuestros grupos, aunque a veces hay gente que cree que en ellos tan solo se conversa y se “arreglan problemas”. Los talleres a veces reparan como el taller al que llevamos nuestro auto a arreglar, pero, sobre todo, se parecen más a los talleres de orfebres, aquellos que transforman el metal duro y crudo en una obra que le da a ese metal una forma humanizada.
  
Es verdad que casi todos miran a los talleres de salud mental comunitaria como espacios “técnicos” de reparación de problemas, de resolución de conflictos, de intercambio de consejos o de “contención emocional”. Como dije antes, no digo que los grupos de nuestro programa no actúen de esa manera. Pero esa mirada prescinde de una perspectiva mucho más plena, que es la que entiende a los talleres como ceremonias en donde lo que ocurre tiene una mística que le da otra luz a la experiencia.

Una ceremonia es, reitero, un ritual predecible, rutinario, y, a la vez, una ventana a la trascendencia. Como lo es, por ejemplo, la ceremonia de llevar a dormir al hijo y contarle un cuento antes de darle el beso de las buenas noches. Puede ser el mismo cuento siempre, pero no importa, es, justamente, eso lo que el chico desea: que el cuento sea igual, para sentir, paradojalmente, la plenitud del mundo…pero sin miedo.

A la hora de abrir un nuevo taller, generando toda la movida previa que requiere para descubrir el deseo que lo concibe, y la movida posterior para promoverlo, apostamos a que sea entendida la importancia del aspecto ceremonial del taller.

Esa intimidad de las ceremonias sentidas ilumina el espacio del grupo, y lo hace saludable y poderoso, aun cuando sea un grupo pequeño.

 Por eso, a la hora de andar por allí, en zonas del hospital o alrededores, cuando vea un grupo de los del programa, mírelo bien, con respeto. Es una ceremonia disfrazada de reunión de bar o de pasillo de hospital. Si lo ve así, verá de verdad y entenderá por qué hace tanto tiempo los talleres andan por acá, convocando a los vecinos para crecer en su salud con ganas y en nombre de lo mejor de nuestra comunidad.


                                                                       MIGUEL ESPECHE
                                                                     Coordinador General